La celebración se da 40 días después del nacimiento de Jesucristo y tiene el objeto de purificar a la madre por dar a luz a un varón que la ha tocado.
En las iglesias de Ocotlán, San José y San Francisco, ubicadas en la capital del estado, se llevó a cabo la celebración del Día de la Candelaria con procesiones y misas que iniciaron en la primera hora de este 2 de febrero.
Creyentes con ofrendas de romero y flores aromáticas, devoción vertida en canastas y niños Dios, llegaron a los tres centros de oración más importantes de la capital donde las misas al culto que cierra las fiestas de la natividad se intercalaron con bautizos, primeras comuniones y celebraciones de tres años.
En los recintos prevalecieron las vestimentas tradicionales para los niños Dios: trajes blancos, colores morados y amarillos, canastas adornadas con flores y bordados dorados o coronas de oro.
El presbitero Agustín Cuamatzi Montiel refiere que la historia y el ritual de La Candelaria se ha desvirtuado con el tiempo.
«La celebración no es la Virgen ni el Niño con una vela en sus manitas. La candelaria somos nosotros, imbuidos del Evangelio de Cristo, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte y guiar sus pasos por el camino de la Paz.»
En la iglesia de San José, aún en remodelación, las misas se llevaron a cabo en el estacionamiento de la Diócesis local, en la que se encuentra el Niño Milagroso de San José «padre y hermano de todos los niños dioses que vienen a recibir la gracia, la fe y la esperanza para el año nuevo», dice el sacristán Luis Jiménez.
En la mañana y hasta las 14:00 horas en la sede de la iglesia capitalina se instaló en la banqueta un grupo de monjas con ollas de tamales en torta, atole y café.
La tradición católica se mezcló con la tradición prehispánica de darle de comer tamales al dios Tláloc para asegurar las lluvias para la siembre en el mes de marzo que, con el cristianismo, esta costumbre se convirtió en un periodo para compartir con los demás y Jesucristo.
Mientras tanto, en Ocotlán las campanas no dejaron de repicar hora tras hora para los llamados a misa.
De acuerdo a la tradición católica, la mujer que hubiere dado a luz un varón, quedaba impura durante 40 días (y 80 si fuere niña) porque según la tradición, el hijo al salir a luz tocaba a la madre como un otro que no es su esposo.
De ese modo, se cuentan 40 días a partir del 24 de diciembre para que María vaya al templo a dar gracias por haber traído al mundo un varón y para purificarse del alumbramiento masculino.
Durante esos 40 días el recién nacido se entrega a los padrinos o una familia que debe honrar, con su ejemplo, a la fe y la pureza, explica el sacristán de la iglesia de San José.
Deberá cuidar y rezar el nacimiento para que este 2 de febrero lo lleven por las calles de la comunidad y lo entreguen a su madre en el altar para que en el nuevo año otra familia y otros padrinos cuiden y conserven la tradición.
Con monaguillos vestidos de blanco y azul esta tarde el Niño Milagroso de Ocotlán y San Gabriel, municipio de Tlaxcala, recorrieron las calles de las comunidades para la consagración de los niños Dios y proclamar a Cristo al mundo.
Para el presbítero Agustín Cuamatzi es una devoción desvirtuada si se presenta a la Virgen con una cera en la mano o con su Niño en brazos sosteniendo en sus manitas una vela.
«La Fiesta de las candelas es la cristianización de las fiestas paganas llamadas lupercalia, que los paganos celebraban al dios lupercus: un fauno en forma de lobo-cabro. Realizaban sus lupercalia para purificarse ates de las siembras, con unas procesiones de antorchas alrededor de sus templos. El Papa Gelasio, por el s. V, logró substituir las lupercalia, con las fiestas que revivieron la Purificación de María y la Manifestación de Cristo como Luz para iluminar a las naciones», explica.
Bajo los árboles del camino franciscano de la capital, en la Iglesia de «Nuestra Señora de la Asunción», los cohetes acompañan el llamado para la Misa Mayor que marcará la purificación de los creyentes en el año nuevo.