Una de las grandes cuestiones que quedan por responder es cómo se comportará el virus ante la nueva «presión de selección».
Lograr en meses varias vacunas contra la covid-19 es un hito, como también lo es secuenciar en pocos días el genoma del SARS-CoV-2 o descubrir su llave para entrar en las células humanas.
La ciencia ha demostrado su papel clave y sigue empeñada en aclarar las importantes incógnitas que aún quedan por resolver. ¿Cuánto duran los anticuerpos tras una infección? ¿Y la inmunidad de las vacunas? ¿Pueden los vacunados contagiar el coronavirus? ¿Cómo reaccionará el SARS-CoV-2 ante una población distinta a cuando comenzó la pandemia? ¿Seguirán preocupando las variantes? ¿Y las reinfecciones?
Responder a estas preguntas es vital para afinar en las estrategias de vacunación, para saber si habrá que actualizar/sustituir o no las vacunas o para decidir sobre la severidad o flexibilidad de las restricciones; en definitiva, para dibujar nuestro próximo futuro.
Presión de la selección
Una de las grandes cuestiones que quedan por responder es cómo se comportará el virus ante la nueva «presión de selección», explica a Efe Iñaki Comas, investigador del Instituto de Biomedicina de Valencia, España (IBV-CSIC), y director del consorcio SeqCovid-Spain, encargado de la secuenciación de miles de genomas del SARS-CoV-2.
El coronavirus empezó infectando a una población que no estaba inmunizada, que no tenía una respuesta ya preparada contra él, pero ahora, aunque no esté claro cuánto dura la inmunización, hay un porcentaje de la población que ya ha pasado la infección y otro porcentaje que está vacunado o se vacunará en los próximos meses.
Por lo tanto, el SARS-CoV-2 no va a tener «un territorio virgen por explorar», sino que «va a tener que luchar contra unos sistemas inmunes previsiblemente preparados para reconocerlo y atacarlo.
Y no sabemos cómo va a reaccionar a esta nueva presión de selección». «Así como sabemos que el virus de la gripe todos los años termina escapando un poco a las vacunas, por eso se cambian cada año, en el SARS-CoV-2 lo desconocemos».
La teoría dice que, en general, el «escape vacunal» no es tan común como podemos pensar y la tasa de mutación de este coronavirus no parece tan alta como la de la gripe, «por lo que en principio esperaríamos una cierta estabilidad por lo menos de varios años».
La idea con la que se especula es que cuando haya suficiente inmunidad termine convirtiéndose en un virus estacional, solo con picos en momentos favorables, por ejemplo en invierno, cuando se usan más los espacios cerrados. Pero es pronto para afirmarlo; quedan, insiste el investigador, varias incógnitas por aclarar.
Y es que, en la actualidad existen variantes del virus, con una acumulación de mutaciones que se caracterizan por algo que antes no veíamos y que preocupan porque, si bien ahora no ponen en cuestión las vacunas, podrían hacerlo.
Si fuera así, habría que modificarlas o, incluso, sustituirlas por otras que ahora están en ensayo clínico; lo positivo, dice Comas, es que además de las de Moderna, Pfizer y Astrazeneca hay muchos proyectos en fase III (la última).
¿Qué se sabe de las variantes que más preocupan?
Los virus mutan siempre, dentro de su proceso biológico, y se replican. Aunque en ese sistema de copia hay mecanismos de corrección, estos a veces fallan provocando una acumulación de errores o mutaciones que pueden desembocar en una nueva variante.
Ahora, en buena parte de los países preocupan sobre todo la británica, brasileña y sudafricana, aunque hay más: la de Río de Janeiro, la californiana, la nigeriana o la de Nueva York.
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