Una nueva investigación científica reciente señala que la respuesta podría estar en los vasos sanguíneos sanos de los niños.

Desde que comenzó el brote de coronavirus, los científicos han tratado de averiguar por qué los niños son mucho menos propensos que los adultos a experimentar complicaciones graves por la infección.

Los niños representan solo una pequeña proporción de los infectados por el SARS-CoV-2, el coronavirus que causa la COVID-19. Según datos del NYC Health + Hospitals, una institución de salud de la ciudad de Nueva York, el riesgo de complicaciones y muerte aumenta progresivamente con la edad, al igual que lo hace el hecho de padecer alguna enfermedad adyacente; en las estadísticas, los jóvenes menores de 17 años representan un porcentaje insignificante de todas las muertes por COVID-19 (un 0,06 %) mientras que los adultos mayores de 75 años suponen el 48,7 % de los fallecimientos.

Se han propuesto varias hipótesis para explicar por qué los niños no enferman tan gravemente. Estas incluyen la posibilidad de que tengan una respuesta inmune inicial más fuerte y más efectiva al virus que los adultos (por eso pasan con menos complicaciones que los adultos enfermedades víricas como el sarampión); y que puedan tener cierta inmunidad por exposición reciente a virus similares (algunos tipos de coronavirus que causan resfriados comunes tienen características en común con el SARS-CoV-2, pudiendo haber creado inmunidad cruzada).

Ahora, nueva investigación científica reciente señala que la respuesta podría estar en los vasos sanguíneos sanos de los niños. La revista Nature publicó a mediados de junio un completo informe que resume los estudios al respecto.

Como explica para Nature Frank Ruschitzka, cardiólogo del Hospital Universitario de Zúrich en Suiza, muchos adultos COVID-19 críticos experimentan coagulación en los vasos sanguíneos, lo que conduce a ataques cardíacos o accidentes cerebrovasculares. La coagulación parece estar relacionada con un mal funcionamiento del endotelio, el tejido liso que recubre los vasos sanguíneos y que normalmente evita la coagulación.

Ruschitzka dirigió un estudio en el que muestra cómo el SARS-CoV-2 puede infectar las células endoteliales, que se encuentran en todo el cuerpo. Para comprenderlo mejor, debemos imaginar el endoletio como un tejido que ‘tapiza’ o recubre todos los vasos sanguíneos.

Pues bien; en un estudio de tres personas con COVID-19, dos de las cuales murieron, el equipo de Ruschitzka descubrió que el SARS-CoV-2 había infectado el endotelio del paciente y causado inflamación y signos de coagulación. Según Marcel Levi, un hematólogo del Hospital Universitario de Londres, esta teoría también podría explicar por qué las personas con afecciones que comprometen al endotelio, como la diabetes y la hipertensión, tienen un mayor riesgo de sufrir COVID-19 grave.

Relacionado con esto, la COVID-19 en enfermos graves también se ha relacionado con la formación de trombos: el 9 de marzo, la revista The Lancet publicaba un estudio elaborado por científicos chinos en el que documentaban la alteración de la coagulación que conducía a la formación de trombos en los enfermos más graves, en una muestra de 191 pacientes chinos, 54 de ellos fallecidos durante el mes de enero.

¿Cómo es el endotelio de los niños?

Según Paul Monagle, hematólogo pediátrico en el Campus de Niños de Melbourne, el endotelio está típicamente en mejores condiciones en niños que en adultos. El endotelio de un niño está perfectamente configurado, ‘recién estrenado’, y luego se deteriora con la edad. Monagle cree que los vasos sanguíneos de los niños pueden resistir un ataque viral con mayor eficiencia en los adultos. Una observación que apoya esta hipótesis es la de que pocos niños con COVID-19 presentan coagulación excesiva y vasos sanguíneos dañados.

Rejuvenecer el endotelio, una posible vía de tratamiento

Ahora, Monagle está tratando de entender qué sucede cuando el virus ingresa en las células endoteliales. Probablemente el virus interrumpe la comunicación entre las células, las plaquetas y los componentes plasmáticos involucrados en la coagulación, y esta ruptura de la comunicación conduciría a la formación excesiva de coágulos. El hematólogo espera que el estudio de muestras de niños ofrezca pistas sobre lo que está pasando en algunos adultos, y también posibles opciones terapéuticas: «Si entendemos lo que les sucede a los niños, una posible vía de tratamiento podría ser rejuvenecer el endotelio de los adultos”.

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