El sector de la música y los espectáculos en vivo ha sido uno de los más afectados por la pandemia de coronavirus.

El cantante alemán de pop Tim Bendzko hizo todo lo posible para animar a la multitud en la Arena Quarterback Immobilien de esta ciudad el sábado 22 de agosto por la mañana. Flanqueado por los miembros de la banda y los coristas, brincó de un lado a otro del escenario en la sala de conciertos y estadio techado y volteó el micrófono hacia el apiñado público compuesto por 1400 personas, para invitarlos a cantar.

La respuesta fue un zumbido apagado, lo cual no es sorprendente, dado que los miembros de la audiencia llevaban cubrebocas y estaban sentados en medio de un calor sofocante. Aun así, Bendzko les agradeció y dijo: “Hoy, ustedes son los salvadores del mundo”.

No eran los típicos asistentes a conciertos, sino voluntarios en un estudio elaborado por un equipo de la Universidad Martín Lutero de Halle-Wittenberg llamado Restart 19. Cada asistente, equipado con un rastreador de localización digital y un desinfectante de manos con un tinte fluorescente, fue asignado con cuidado en los asientos como parte de un experimento para rastrear los riesgos de infección por coronavirus que representan los grandes eventos en interiores.

Los investigadores esperan utilizar sus resultados para determinar qué elementos de eventos como este suponen el mayor riesgo de transmisión y para ayudar a crear lineamientos para limitar esos peligros y reiniciar con seguridad las presentaciones en vivo en todo el mundo.

El sector de la música y los espectáculos en vivo ha sido uno de los más afectados por la pandemia de coronavirus. Tan solo en Alemania, aporta 130.000 millones de euros (más de 153.000 millones de dólares) de ingresos al año, según un reciente estudio encargado por el IGVW, un grupo industrial de ese país. Las salas de conciertos fueron de las primeras en cerrar para frenar la propagación del virus y su futuro sigue siendo incierto.

Bianca Tenten, una estudiante de 21 años de Colonia, Alemania, dijo que escuchar música en casa no podía suplir la sensación de unidad y los encuentros espontáneos que a menudo experimentaba en eventos de música en vivo. Agregó que para los artistas y los organizadores “ahí hay pasión y amor”.

Y Stefanie Oehme, una profesora de 34 años que viajó a Leipzig desde Dresde, dijo que la desanimaban las personas que aseguraban que las limitaciones a la vida pública habían llegado para quedarse.

“Creo que es una señal de que las cosas vuelven a la antigua normalidad”, dijo. “Lo hace un poco más tangible”.

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