El sistema de alerta de polvo del Sahara implica monitorear datos satelitales, recolectar muestras y alertar a las personas
En el verano de 2020, el viento llevó casi 24 toneladas de polvo a través del océano Atlántico desde el desierto del Sahara en África hasta América del Norte y del Sur, azotando con especial fuerza las islas del Mar Caribe.
Esta ha sido una de las tormentas de polvo del Sahara más grandes que se haya registrado y se produjo en medio de la pandemia mundial. Se desarrolló un sistema de alerta temprana para el polvo africano con fondos de la NASA y solo unos días antes del evento se había instalado en Puerto Rico. Mediante esta herramienta, por primera vez, los ciudadanos de toda la isla recibieron un aviso anticipado de que se avecinaba la tormenta de arena.
Las nubes de polvo del Sahara hacen este viaje todos los años, fertilizando el suelo con fósforo y otros nutrientes. La cantidad correcta de polvo alimenta el coral del Caribe, pero demasiado polvo puede provocar el crecimiento excesivo de algas. También puede irritar los ojos, los oídos, la nariz y la garganta de las personas con partículas finas de sílice y otros minerales que pueden infiltrarse en el tejido pulmonar, agravar la sensibilidad y reducir la visibilidad.
“Durante el verano de 2020, como en muchos otros lugares, también estuvimos luchando contra el COVID-19”, dijo Méndez-Lázaro, “y el COVID-19 es un virus respiratorio. Estábamos muy preocupados por cómo el polvo podría exacerbar los síntomas”.
Alerta temprana, mejor preparación
El sistema de alerta de polvo del Sahara implica monitorear datos satelitales, recolectar muestras y alertar a las agencias gubernamentales y al público, dando tiempo a las personas para prepararse.
La tormenta de polvo de 2020, apodada Godzilla, era tan grande que los astronautas de la Estación Espacial Internacional pudieron verla.
Méndez-Lázaro y su equipo utilizan una variedad de herramientas y sensores de la NASA para rastrear aerosoles —que pueden ser líquidos, gases, bacterias, virus y cenizas volcánicas, además de polvo— principalmente con el Conjunto de radiómetros de imágenes en el infrarrojo visible (VIIRS, por sus siglas en inglés) de la NASA a bordo del satélite Suomi de la Alianza Nacional de Satélites Polares (NPP, por sus siglas en inglés).
El instrumento VIIRS permite a los investigadores determinar la profundidad óptica de los aerosoles, que es un indicador de la cantidad de aerosoles en la atmósfera.
“Debido a la trayectoria de la nube de polvo, sabes de dónde viene, y por el muestreo en tierra, sabes dónde nació”.
La información adicional sobre la ruta y el origen permite a los científicos confirmar que una nube es, de hecho, polvo del Sahara, lo que puede ayudarlos a predecir sus efectos.
Varios días antes de la tormenta de 2020, el equipo de Méndez-Lázaro realizó un evento en vivo en su página de Facebook con una de las principales meteorólogas de Puerto Rico, Ada Monzón, que llegó a unos 300.000 espectadores. Méndez-Lázaro también habló sobre las peligrosas condiciones atmosféricas en otra transmisión en vivo por Facebook del Servicio Meteorológico Nacional en San Juan.
Monzón y otros meteorólogos incluyeron la información en sus pronósticos, para que el público y los grupos especialmente vulnerables —incluidos los ancianos, los niños menores de cinco años, las mujeres embarazadas y las personas con asma u otros problemas respiratorios o dermatológicos— pudieran tomar precauciones y evitar la exposición al exterior.
Méndez-Lázaro y su equipo también proporcionaron visualizaciones mediante una herramienta que planeaban hacer pública. Con base en las advertencias, la Oficina del Departamento de Salud de Puerto Rico emitió recomendaciones de salud pública. La advertencia anticipada de los datos satelitales también permitieron que el equipo que tomaba las muestras terrestres del sistema se preparara para analizar y caracterizar rápidamente el polvo, que provocó dos días de condiciones de aire insalubre en Puerto Rico.
Una mejor comprensión del polvo puede ayudar a los médicos a tratar a los pacientes que sufren sus efectos sobre la salud, especialmente si el polvo transporta patógenos, y permite a los investigadores analizar retrospectivamente los datos satelitales iniciales para hacer posibles mejoras en los pronósticos futuros.
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