El legado de nuestros ancestros
La temporada de muertos se manifiesta a través de todos los sentidos, empezando por la vista se llena de estímulos por doquier, donde el cempasúchil es predominante pues con su variedad de llamativos colores y texturas es capaz de adornar por sí solo el lugar, pero cuando se vuelve acompañamiento de las tradicionales ofrendas, parece que encuentra su protagonismo, lo mismo cuando se le deshoja para guiar a las almas de los muertos hasta los banquetes que sus familias han preparado con tanto amor y cuidado para ellos, llenando el ambiente con una atmósfera alegre gracias a los preparativos que pueden extenderse por mucho tiempo.
Pareciera que el papel picado con sus vivos colores contrasta con la nostalgia que reina en el aire, al recordar a quienes ya no están y que según la tradición, una noche al año vienen a compartir con nosotros como lo hacían en vida, alrededor de una atmósfera festiva y agasajados con sus platillos favoritos, para disfrutar de su compañía y refrescar la memoria no solo a través de sus fotografías que reavivan recuerdos, sino también sirven para presentarlos a los nuevos miembros de la familia que no los conocieron en vida pero que a través de sus comidas, fotografías y recuerdos, pareciera que sí y la familia se vuelve a reunir en una atmósfera que raya en lo mágico, en una noche en la que todo parece posible.
Para mí, estos días tiene de fondo la canción de la Llorona, pues me trae muchos recuerdos que son parte del legado de mis muerta más añorada que en vida la cantaba y cada vez que la escucho, la siento conmigo, más que en otros momentos y sus notas en presencia de la luz de las veladoras alumbrando el papel picado y con el cempasúchil de fondo y sus hojas esparcidas por la ofrenda, me hacen entrar un trance lleno de nostalgia y amor donde puedo revivir aquellos momentos que viven en mi corazón, agradeciendo todo lo vivido a su lado…
No creo que se deba elegir entre las distintas formas de festejar estos días pues tanto las fiestas de disfraces como las ofrendas son una metáfora de la vida misma, donde los extremos se tocan y coexisten, es así como toda la nostalgia que se derrama sobre las ofrendas familiares, no está peleada con una fiesta donde compartimos con los vivos la alegría de estar aquí hoy y compartir tiempo con ellos.
Las ofrendas son además una excelente oportunidad de hablar al menos una vez al año de ese tema que representa tanto tabú en nuestra sociedad, tan afectada con el positivismo tóxico, que condena todo lo que no sea felicidad y “vibrar alto” pero estos días nos ponen los pies sobre la tierra y nos hacen tangible, real, la muerte y el dolor que causa en quienes nos quedamos, dándonos la oportunidad de hablarlo en un ambiente más íntimo como es la casa y en momento menos emocional que cuando ocurre una pérdida, porque ante un duelo procesado tenemos recolocados a nuestros ancestros en nuestro corazón desde un lugar donde nos acompañan siempre y donde no tenemos que atravesar por el dolor desgarrador para acceder a sus recuerdos, sino que podemos hacerlo a través de sus comidas o sus fotografías para que nos demos cuenta que ése miedo a olvidar si se va el dolor, que es tan común al inicio del duelo pensarlo, no es real, pues nuestros muertos siguen vivos en nosotros y no sólo a través del dolor.
Mientras escucho una de las muchas versiones de la canción me doy cuenta que tuve la misma petición de que me tapara con su rebozo muchas veces cuando ya no estaba, pues mi muerta más añorada parecía poder disipar el miedo y dolor con eso, pero con el tiempo aprendí que yo misma podía hacerlo también y que su rebozo había sido sustituido por sus enseñanzas y su ejemplo.
Debemos aprovechar la tradición de las ofrendas para hablar de nuestros ancestros, no permitir que su recuerdo se vuelva tabú, que participen quienes quieran participar y si son los niños, mejor, pues empiezan no solo a conocer el legado emocional, sino también a normalizar el hablar de la muerte en circunstancias más festivas, con duelos más acabados y honrando a los que partieron antes con objetos tangibles que les permitirán conocerlos mejor, hacer preguntas y conocerlos desde su lado más humano.
¡Ay Llorona! Cada año te apareces trayendo contigo un sinfín de recuerdos, de anécdotas y más detalles al banquete preparado. Es verdad lo que dices de las flores de los camposantos, pero también lo he observado en las llamas de algunas veladoras, que cuando las mueve el viento, parecen llorar la ausencia que tanto nos duele, pero al mismo tiempo nos recuerdan la dicha que haberlos tenido y conservarlos en el corazón.
¿Ustedes ponen ofrenda en casa? ¿A quienes la dedican? Recuerden que esperamos sus comentarios a través de nuestras redes sociales.
Los dejo mientras suena Dos besos llevo en el alma, llorona que no se apartan de mí: el último de mi madre, llorona y el primero que te di…
¡Hasta pronto! Nos leeremos nuevamente desde el diván.