En lo psicológico la escalada es una escuela de la vida a pequeña escala. “Siempre estás perdiendo», dice Andrea Cartas
En los últimos dos años la escalada se ha convertido en un deporte que se esta convirtiendo en el favorito de las mujeres, sobre todo como resultado de la resaca del post confinamiento por la pandemia de Covid19, y la necesidad de realizar actividades al aire libre.
De acuerdo con información de S Moda de el periódico El País, las redes sociales han sido las promotoras de este deporte debido a las fotografías, sobre todo en la plataforma de Instagram.
Como el Pilates, pero en una pared
Desde el primer segundo en que te pegas a una pared tu cuerpo está en tensión. Algo así como el Pilates, pero en vertical. A diferencia de otros deportes más explosivos o de fuerza bruta, la escalada exige un equilibrio entre fuerza isométrica (participa todo el cuerpo), coordinación, flexibilidad, capacidad de decisión y toneladas de concentración. Cualidades en las que las mujeres pueden competir de tú a tú con los hombres, muy alejadas de la exaltación del ‘macho alfa’ de otros deportes y que explican en parte el ambiente igualitario entre escaladores.
Ya metidos en materia, hay distintos tipos de escalada. Las fotos espectaculares suelen corresponder a la escalada libre (sin cuerdas, sujetándose solo con el propio cuerpo), la clásica (en paredes vírgenes, pero con cuerdas) y la deportiva, ahora llamada ‘dificultad’ (con cuerdas y buscando ‘chapas’ ya clavadas en la roca). A estas se le suman la escalada en bloque, en la que se avanza en horizontal a poca altura, y la de velocidad, trepar por una pared de 15 metros a toda pastilla. Esta última disciplina es la única de fuerza explosiva propiamente dicha.
Prepararse para lo imprevisto
En lo psicológico la escalada es una escuela de la vida a pequeña escala. “Siempre estás perdiendo. Por pura lógica gravitacional, es más fácil caer que subir. Puedes tardar años en lograr hacer una vía, pero cada avance te da confianza en ti misma y tesón. Siempre digo que ‘si quieres triunfos, vete al fútbol’. Pero si sigues en este deporte aprenderás lecciones impagables de cómo asimilar las derrotas y adaptarte a las circunstancias. También a conocer tu cuerpo al máximo”, apunta Andrea Cartas, escaladora profesional, entrenadora y coordinadora del Programa de Tecnificación de la Federación Madrileña de Escalada de Madrid.
La superación del miedo a la altura es uno de los factores que más enganchan de este deporte (muchos campeones siguen sin querer mirar hacia abajo). Otro es la sensación de que cada día toca enfrentarse a un reto distinto. “En la montaña siempre partes de cero. No hay dos días iguales, ni dos vías idénticas. En eso se parece al surf”, apunta Cartas. La temperatura, la humedad y el tipo de roca influyen en el agarre, el viento afecta al equilibrio y el calor y el frío ponen a prueba la resistencia del escalador.
En los rocódromos las condiciones ambientales están más controladas, pero las vías se cambian con regularidad. “Esto no es como en otros deportes que vas con las jugadas ensayadas. Aquí tienes que desarrollar destrezas físicas y mentales para tomar decisiones sobre la marcha”, recalca esta deportista.
Creciente presencia femenina
A diferencia de otros deportes, como el ciclismo o el fútbol, donde la presencia masculina es apabullante, la escalada, al igual que otros deportes de montaña, ha calado fuerte entre las mujeres. De los 248.983 deportistas federados en 2020, 85.170 son mujeres (34,2%). Cierto que la cifra engloba esquí, trail running, alpinismo y escalada, pero el dato es especialmente relevante de cómo las féminas empiezan a perder el miedo a deportes tradicionalmente considerados como ‘de riesgo’.
La cifra es aún mayor si se suman todas las aficionadas no federadas. Para María García, escaladora amateur de la Federación Madrileña de Montaña, este auge se debe a dos factores. “Aquí no te topas con ese aire de ‘deporte para machotes’ que sí tienen otras disciplinas más asentadas. El ambiente en el rocódromo o en la montaña es muy igualitario y eso ayuda a que te sientas a gusto. Además, es muy amigable con la anatomía femenina. No va de fuerza bruta, sino de elasticidad y fuerza isométrica. Se parece mucho al yoga”, declara.
¿Cambia el cuerpo al ser escaladora? “Te deja una espalda fuerte y unos brazos súper tonificados, pero no musculosos como el crossfit. A cambio, los dedos se ensanchan. ¡Tengo anillos que se me han quedado pequeños desde que escalo!”, señala entre risas.
Y sí, es deporte de equipo
Frente al mito del escalador solitario, a sus 14 años, Yago López (@yago.climb), campeón de España en Velocidad insiste en que esto es un deporte de equipo. “Tú subes solo, pero necesitas saber que tu compañero está abajo asegurándote, dándote cuerda… Sobre la pared no tienes la misma perspectiva que desde abajo y muchas veces es el compañero el que te grita ‘pon el pie derecho más arriba o a la izquierda tienes un saliente para agarrarte’. Y al hacer bloque, aunque no estés muy alto, se agradece tener a alguien para portearte (sostener mientras trepan por una pared muy inclinada) o ayudar a caer bien”, destaca.
Códigos de lifestyle propios
Los rocódromos indoor se han convertido en los nuevos gimnasios, con salas de musculación, clases de yoga y hasta talleres de meditación. Y según el día, pueden convertirse en auténticos clubs de baile, con luces negras, música dance y muchos bloques con ambiente de fiesta. Sputnik, con sedes en Alcobendas y Las Rozas, ya ha hecho míticas algunas de sus fiestas a media tarde que no difieren mucho de un local de madrugada. Salvo que aquí no hay alcohol y en vez de bailar, se escala.
La escalada también tiene sus códigos éticos y estéticos. Ropa sostenible y con trasfondo medioambiental (Patagonia, La Sportiva, ), diseños desenfadados y coloristas (Jeanstrack, (8B Plus…), cantinas con platos veganos ,y ambiente relajado y de compañerismo, muy alejado de la rivalidad de otros deportes. Llama también la atención la presencia cada vez mayor de familias al completo, con niños de muy corta edad atreviéndose con sus primeras vías.
Un ecosistema que destila buenas vibraciones y que acaba por enganchar a quienes se atreven a calzarse unos pies de gato.