Los efectos de la comida chatarra en la depresión es porque inunda al cerebro con demasiada glucosa.
¿Te ha pasado que cuando te sientes triste, piensas que un chocolate podría hacerte sentir mejor?
Así como digo chocolate también pueden ser unas papas fritas o un helado, el punto es que la mayoría de nosotros hemos tenido ese impulso cuando sentimos que nuestro ánimo se desploma.
De hecho, si pensamos en comida y depresión, es muy común que nos venga a la mente la repetida escena de alguien deprimido sentado en su sillón favorito, devorando un bote de helado.
No es de extrañar que un estudio transversal realizado con estudiantes universitarios deprimidos realizado en 2018, descubriera que 30.3% comía alimentos fritos, 49% tomaba bebidas endulzadas y 51.8% comía alimentos azucarados entre 2 y 7 veces a la semana, siendo las mujeres, las más susceptibles a comer éste tipo de alimentos.
Es bien sabido que muchas personas con depresión pierden el apetito o se saltan comidas, pero en general, son más propensas a tomar malas decisiones alimenticias porque su estado de ánimo hace que cuidarse a sí mismos, preparando comida saludable, sea todo un reto.
Como ya hemos comentado en números anteriores, la relación entre nuestro intestino y nuestro cerebro es innegable y el efecto que ha demostrado tener éste tipo de comida, puede cambiar el tipo de bacterias y por tanto, al microbioma intestinal, modificando las señales que llegan al cerebro. Esta relación es tan importante, que en 2019 la psiquiatra Stephanie Cheung observó en 6 estudios sobre la salud intestinal en pacientes con trastornos depresivos, que dichos pacientes tenían al menos 50 tipos de bacterias distintas causantes de inflamación, que no presentaban quienes no padecían dichos trastornos por lo que una vez más se comprueba el vínculo.
La comida chatarra afecta nuestro estado de ánimo porque inunda al cerebro con demasiada glucosa, lo que le causa inflamación y culmina en depresión. Los alimentos altos en carbohidratos como el pan, pasta y harinas refinadas por su parte, son procesados de la misma manera que el azúcar, por lo que sus efectos son los mismos.
Se recomienda optar por carbohidratos de mejor calidad como los integrales, altos en fibra y verduras como las verdes, zanahorias, habas, garbanzos y lentejas.
Lo más interesante de las investigaciones más recientes sobre la relación entre el intestino y el cerebro, es que además de abrir nuevas posibilidades para coadyuvar por medio de la alimentación a cualquier tratamiento que se lleve para trastornos como la depresión, ansiedad, tdah, entre otros, también nos hace más conscientes de cómo influye lo que comemos y nos permite también actuar de manera preventiva.
No estamos hablando de evitar permanentemente éstos alimentos, pero sí consumirlos con medida y en lo posible, optar por opciones más saludables. Como en ésta ocasión estamos hablando de los trastornos depresivos, debemos poner especial atención a los probióticos y prebióticos, que son bacterias vivas que han demostrado tener la capacidad de estimular los niveles de químicos cerebrales como el ácido gama-aminobutírico, el cual puede acelerar el alivio de la depresión y otras condiciones de salud mental.
Los probióticos se pueden encontrar en suplementos alimenticios, pero siempre es mejor consumirlos de fuentes alimentarias como el yogurt (natural, sin azúcar), la soya fementada, el chucrut, kefir, kimchi, kombucha, suero de leche, queso cheddar, mozzarella y gouda. También los podemos encontrar en alimentos como los frijoles, avena, plátano, moras, ajos, cebollas, hojas de diente de león, espárragos, alcachofas y poros.
Como ya lo decía Hipócrates: “mente sana en cuerpo sano”, una frase tan cierta, pero a la vez tan ignorada en la medicina actual, donde la mayoría de médicos se centran en el síntoma, no cuentan con el tiempo de conocer a los pacientes y sus circunstancias.
Se ha dicho que se ha abusado de los medicamentos psiquiátricos, tanto recetados como aquellos que la gente consigue porque le funcionó a su vecino, ya que buscamos soluciones inmediatas y éstas nuevas investigaciones nos hacen recordar que lo más simple es lo más importante y que el auto cuidado es diario.
Espero que les haya sido de interés. Recuerden que esperamos sus comentarios a través de nuestras redes sociales.
¡Hasta pronto! Nos leeremos nuevamente desde el diván.