Reabre con nueva carta del chef Fréderic Antón y un interiorismo de altura.
En el segundo piso de la Torre Eiffel está el mítico Jules Verne, que reabre con nueva carta del chef Fréderic Antón y un interiorismo de altura.
Un icono dentro de otro icono: en el segundo piso de la Torre Eiffel, a 125 metros de altura y con unas vistas excepcionales sobre París reabre uno de los templos gastro de la ciudad, el restaurante Jules Verne. En la carta, un menú desarrollado por el chef Frédéric Anton, con platos que rinden homenaje al producto francés, como el cangrejo, la trufa, el langostino, las aves de corral camperas y, como no, el chocolate. Su creaciones son como lienzos gustativos que asocian sabores, colores y materias en torno a productos de temporada.
Mientras que, de fondo, las vistas sobre París no tienen rival, la diseñadora de interiores Aline Asmar de Ammán, desde su estudio Culture en Arquitecture, ha compuesto un escenario ultraelegante, con una delicada gama de blancos, grises y piedras, toques metalizados y acertadas notas de contraste en negro.
Cada detalle se ha cuidado hasta el extremo para no traicionar la esencia de un clásico como Jules Verne y un emplazamiento tan emblemático, pero siempre hablando un nuevo lenguaje actual y con toques de sorpresa. Además de las tres salas de comedor, se han habilitado dos espacios adicionales: «Le Comptoir», que ofrece un punto de vista del interior de la Torre y la ingeniería mecánica de las poleas amarillas así como «L’alcôve», frente a las poleas rojas.
La propia diseñadora ha resumido su actuación en Jules Verne: «La torre eiffel es la centinela de París, la fantasía arquitectónica absoluta. Alta ingeniería, audacia, ligereza, modernidad, feminidad… es la personificación del espíritu francés en toda su excelencia. He querido que la arquitectura interior del restaurante Jules Verne rinda homenaje esta ciudad y a las artes decorativas francesas, cada uno de los espacios y piezas es una referencia a la delicada fuerza de la «dama de hierro» y revela una historia, un vínculo profundo con la ciudad, el monumento y la gastronomía de Frederic Anton«.