La actual epidemia de obesidad se debe, en parte, a las respuestas hormonales a los cambios en la calidad de los alimentos.

Todos conocemos las campañas de salud pública que nos alientan a comer menos y hacer más ejercicios, con el fin de combatir el sobrepeso y la obesidad. Estas campañas se basan en el “modelo de equilibrio energético”, según el cual el aumento de peso se produce porque las personas consumen más energía de la que gastan. Pero conceptualizar la obesidad como un trastorno del equilibrio energético reafirma un principio de la física sin considerar los mecanismos biológicos que subyacen al aumento de peso, señalan los autores de un nuevo estudio que desafía la concepción tradicional y apoya el “modelo carbohidrato-insulina”, que explica la obesidad como un trastorno metabólico impulsado por lo que comemos, en lugar de cuánto comemos (Ludwig et al., 2021). Según esta concepción, comer en exceso no causa obesidad, sino que el proceso de engordar provoca el comer en exceso.

Por qué es importante

La actual epidemia de obesidad se debe, en parte, a las respuestas hormonales a los cambios en la calidad de los alimentos: en particular, los alimentos de alta carga glucémica, que cambian fundamentalmente el metabolismo. Centrarse en lo que comemos en lugar de en cuánto comemos es una mejor estrategia para controlar el peso.

Equilibrio energético

El enfoque del equilibrio energético para el control del peso establece que el aumento de peso se debe al consumo de más energía de la que gastamos. En el mundo actual, rodeado de alimentos procesados ​​baratos, muy apetitosos y accesibles, es fácil que las personas consuman más calorías de las que necesitan, un desequilibrio que se ve agravado por los estilos de vida sedentarios actuales. Con este pensamiento, comer en exceso, junto con una actividad física insuficiente, está impulsando la epidemia de obesidad. Por otro lado, a pesar de décadas de mensajes de salud pública que exhortan a las personas a comer menos y hacer más ejercicio, las tasas de obesidad y enfermedades relacionadas con la obesidad han aumentado constantemente.

Qué comemos vs cuánto comemos

Los autores del nuevo estudio remarcan fallas fundamentales en el modelo de equilibrio energético, argumentando que un modelo alternativo, el modelo carbohidrato-insulina, explica mejor la obesidad y el aumento de peso. Además, este enfoque lleva a estrategias de control de peso más efectivas y duraderas.

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Gran parte de la responsabilidad por la actual epidemia de obesidad corresponde a los patrones dietarios modernos, que se caracterizan por el consumo excesivo de alimentos con una alta carga glucémica, en particular carbohidratos procesados y de rápida digestión. Estos alimentos provocan respuestas hormonales que cambian fundamentalmente nuestro metabolismo, impulsando el almacenamiento de grasa, el aumento de peso y la obesidad.

Cuando comemos carbohidratos altamente procesados, el cuerpo aumenta la secreción de insulina y suprime la secreción de glucagón. Esto, a su vez, indica a las células grasas que almacenen más calorías, dejando menos calorías disponibles para alimentar los músculos y otros tejidos metabólicamente activos. El cerebro percibe que el cuerpo no recibe suficiente energía, lo que, a su vez, conduce a una sensación de hambre. Además, el metabolismo puede ralentizarse en el intento del cuerpo por conservar combustible. Por lo tanto, tendemos a permanecer hambrientos, incluso si seguimos aumentando el exceso de grasa.

Para comprender la epidemia de obesidad, debemos considerar no solo cuánto comemos, sino también cómo los alimentos que comemos afectan nuestras hormonas y metabolismo. Con su afirmación de que todas las calorías son iguales para el cuerpo, el modelo de equilibrio energético pasa por alto esta pieza fundamental del rompecabezas.

Estrategias para el control del peso

La adopción del modelo carbohidrato-insulina sobre el modelo de balance energético tiene implicaciones radicales para el control del peso y el tratamiento de la obesidad. En lugar de instar a las personas a comer menos (una estrategia que generalmente no funciona a largo plazo), el modelo carbohidrato-insulina sugiere otro camino que se centra más en lo que comemos. Reducir el consumo de carbohidratos de rápida digestión que inundaron el suministro de alimentos durante la era de la dieta baja en grasas disminuye el impulso subyacente de almacenar grasa corporal. Como resultado, las personas pueden perder peso con menos hambre y lucha, sostienen los autores.

Más investigaciones son necesarias para probar de manera concluyente ambos modelos y, quizás, para generar nuevos modelos que se ajusten mejor a la evidencia.
Referencia bibliográfica: Ludwig, D. S., Aronne, L. J., Astrup, A., de Cabo, R., Cantley, L. C., Friedman, M. I., Heymsfield, S. B., Johnson, J. D., King, J. C., Krauss, R. M., Lieberman, D. E., Taubes, G., Volek, J. S., Westman, E. C., Willett, W. C., Yancy, W. S., & Ebbeling, C. B. (2021). The carbohydrate-insulin model: a physiological perspective on the obesity pandemic. The American Journal of Clinical Nutrition. https://doi.org/10.1093/ajcn/nqab270