Dos elementos que exhiben la descomposición lastimosa de nuestro país.
Azucena Urasti fue amedrentada a través de un video presuntamente atribuido al Cartel Jalisco Nueva Generación en el cual se escuchan una serie de palabras altisonantes y una amenaza clara a la vida de la periodista que trabaja en Milenio México por supuestamente haber beneficiado mediáticamente al grupo de autodefensas de Michoacán e impactado, por decirlo de alguna manera, negativamente en la imagen de uno de los capos de este grupo armado.
El caso de Azucena Urasti visibiliza la descomposición lastimosa de nuestro país: La polarización y el narcotráfico. Lo segundo, el narcotráfico en México, no es nuevo es un escenario que cada día gana más terreno, cobra más vidas y recluta más almas. Lo primero, la polarización, es probable que se haya gestado tiempo atrás y el sentimiento de enojo fue despertándose a través de narrativas actuales que lo dotaron de poder hasta convertirlo en ira y odio.
Lo sucedido no es menor y lo lógico y ético luego de este video difundido hubiera sido:
Brindar de inmediato protección a la periodista. El gobierno federal ha dicho que lo hará, durante las primeras horas luego de que se viralizó este video el vocero del gobierno federal, Jesús Ramírez expresó solidaridad para Azucena y luego de 48 horas, comunicó en un tuit que el Presidente reprueba las amenazas de la delincuencia (no dijo delincuencia organizada) contra la periodista y textual: “Nuestra solidaridad con el gremio periodístico. No están solos”.
Y aquí me parece que las palabras de aliento sobran cuando la obligación del Estado es garantizar el derecho de ejercer la profesión de manera libre y segura.
Se debe hablar de los periodistas asesinados a manos de los cárteles por ejercer periodismo de investigación.
Se debe hablar de narcoterrorismo cuando estos grupos armados elaboran videos de este tipo.
Se debe hablar de que la policía cibernética estará trabajando para rastrear el origen del video.
Se debe hablar de las acciones y políticas públicas que garanticen el combate de lo que tenemos enfrente y que cada vez es más visible y lastimoso para nuestro país: el narcotráfico.
De eso se debe hablar, con eso se debe actuar. Yo diría que más acciones y menos retórica.
Y el otro punto que exhibe este caso, es la polarización en nuestro país.
Veamos las reacciones vía twitter evidentemente incluían pronunciamientos por parte del gremio periodístico expresando su respaldo, por su puesto otros tantos más de actores políticos que encontraron la oportunidad para utilizarlo como bandera de ataque al gobierno actual.
Pero hay algo que ha brincado en los tuits diversos en torno a este caso. Y es una enorme cantidad de mensajes que aludían a la descalificación del medio de comunicación y a la propia comunicadora. Descalificaciones que incluían un humor social de odio que incluían frases que se han arraigado en el imaginario colectivo de la mayoría de mexicanos: medios comprados, era un show montado, el medio recibía dinero del cartel y que ella lo sabía. En fin, una serie de aseveraciones de la masa enardecida montada en un traje de juez, una muchedumbre que repetía impetuosamente frases cegadoras al verdadero centro de atención: una mujer periodista y un video atribuido al CJNG. Los mensajes, la gran cantidad de mensajes que si son de cuentas de twitter orgánicas – de usuarios reales-es muy grave y si son de bots, también muy grave. Porque intenta anteponer una narrativa de odio que es alineada al relato político -una técnica utilizada por la comunicación política- de los “otros” “los enemigos” y los otros son los medios de comunicación y ahora en menor medida los gobiernos anteriores al actual.
Es como, si se me permite el término una especie de Santa Inquisición y la cacería pública primero lo fue con los ex presidentes y la consulta, y ahora lo son con los medios de comunicación.
Twitter @AlesandraMartin