Las redes sociales han sido tanto una bendición como una maldición en nuestra relación con el bótox.

De pronto, las personas menores de 40 han empezado a recurrir al bótox en pequeñas dosis. ¿Qué dicen los expertos al respecto?

Olvida lo que sabes del bótox. Esta inyección que deshace las arrugas, y que en algún momento se consideró el artilugio no tan secreto de los ricos y las celebridades con reputación de tener rostros con expresiones congeladas, se han convertido en una práctica habitual para las personas comunes y corrientes con dinero.

“Muchos mileniales dan prioridad al cuidado temprano y están convencidos de los beneficios de la prevención”, señaló Panta Rouhani Schaffer, dermatóloga de Nueva York que en los últimos años ha visto un aumento de pacientes más jóvenes que recurren al bótox. “Esto se incrementó durante la pandemia, pues la gente ha pasado mucho tiempo mirándose en las pantallas”.

No obstante, buscan resultados como los de J. Lo y no como los de Jocelyn Wildenstein. Un método más ligero, que algunas personas llaman “baby bótox” y otras “bótox preventivo”, ha hecho que la pregunta deje de ser “¿Tú te pondrías bótox?” y sea más bien: “¿Cuándo vas a comenzar?”.

Con cada vez mayor frecuencia, los mileniales y las personas pertenecientes a la Generación Z comienzan a usar bótox a los veintitantos o treinta y tantos, que son edades en las que la mayoría de las personas pertenecientes a la generación de la posguerra y a la Generación X todavía no estaban preocupándose por el envejecimiento con esa tremenda angustia. (Por ejemplo, ahora el bloqueador se considera algo imprescindible, pero hasta principios de la década de 1990 para muchas personas era un elemento optativo).

Leah Walkiewicz, una gerente de producto de 27 años en Manhattan, se ha estado aplicando bótox en la frente desde que tenía 24, una decisión motivada por lo que ella creía que era una formación temprana de arrugas y la observación detallada de cómo ha envejecido su familia.

“Siempre tuve líneas de expresión en la frente y el maquillaje se quedaba en esas líneas de manera muy evidente”, comentó sobre su decisión de comenzar tan joven.

A pesar de cierto nerviosismo, las discretas inyecciones que le administró su dermatóloga la animaron a regresar, aproximadamente cada diez meses, para recibir otras. Este año, no solo le pusieron bótox en la frente y la glabela (la zona que está entre las cejas), sino que lo probó en las “patas de gallo”.

“Este avance ha sido una locura”, señaló Walkiewicz. “Si más personas me hubieran dicho con anterioridad lo que se podía hacer con el bótox, creo que habría ido un par de años antes”.

Del estigma a la aceptación

Las redes sociales han sido tanto una bendición como una maldición en nuestra relación con el bótox. Aunque las plataformas en las que abundan los selfis han facilitado más que nunca que la gente se compare y se desanime por su apariencia, también han ayudado a eliminar el estigma sobre este tema que solía ser tabú y aumentar la cultura en torno a él.

Kathryn Gongaware, una maestra de yoga y comediante de Chicago de 32 años, siempre tuvo curiosidad por el bótox, pero no se sentía bien dando ese paso a los 30 años hasta que empezó a mencionárselo a sus amigas y se dio cuenta de que personas que nunca hubiera esperado (incluyendo su acupunturista tan amante de lo natural) se lo ponían.

“Cuantas más personas tenían apertura al respecto, se sentía que había menos estigmas”, comentó.

Esta transparencia ha sido sobre todo transformativa entre las mujeres de color, a quienes con frecuencia se les aparta de las conversaciones y la mercadotecnia relacionadas con los procedimientos cosméticos. También existe un estigma muy arraigado en muchas comunidades de color de que, al optar por procedimientos cosméticos que se han inclinado hacia los ideales europeos de la belleza, están rechazando sus raíces, señaló Onyeka Obioha, dermatóloga en Los Ángeles que se ha aplicado bótox desde que tenía 25 años.

“A lo largo de la historia, e incluso en la actualidad, la mayor parte de los anuncios de procedimientos cosméticos no presentan a personas de las minorías ni están dirigidos a ellas”, mencionó Obioha. “Pero ahora con las redes sociales, se le presta más atención al hecho de que las mujeres de color también se practican procedimientos cosméticos, así que, al parecer, está disminuyendo el estigma que los rodea”.

Aunque compartir en internet ha ayudado a disminuir el estigma, también ha traído algunos inconvenientes; a saber, las personas jóvenes creen que deben empezar a usar bótox porque sus amigos lo están usando.

“Han venido veinteañeros universitarios que no saben nada sobre el bótox y en realidad no lo necesitan, pero tienen una especie de síndrome de que se están quedando atrás porque sus amigos lo usan”, afirmó Sheila Farhang, dermatóloga y cirujana cosmética en Arizona, quien ofrece consejos sobre el cuidado de la piel a miles de sus seguidores en Instagram y YouTube. “A nadie de esa edad le inyecto bótox y les explico por qué en realidad no lo necesitan”.

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