Ante la propagación del coronavirus y sus variantes, los expertos en salud redoblan los esfuerzos para frenar los contagios.
Los entrenadores de fútbol americano lo hacen. Los presidentes electos lo hacen. Incluso los senadores entendidos en ciencia lo hacen. Conforme los casos de coronavirus siguen al alza a una escala mundial, algunas de las personalidades más reconocidas de Estados Unidos han comenzado a usar doble mascarilla: una maniobra cada vez más respaldada por los datos, según investigadores.
No todo el mundo necesita dos mascarillas. Sin embargo, para la gente que usa protecciones delgadas o endebles, “si combinas varias capas, comienzas a tener una eficiencia bastante alta” para bloquear la salida de los virus y su entrada a las vías respiratorias, comentó Linsey Marr, experta en transmisión de virus del Instituto Politécnico y Universidad Estatal de Virginia, y autora de un comentario reciente en el que se describe la ciencia detrás del uso de la mascarilla.
Claro está, hay una desventaja: en cierto punto, “corremos el riesgo de que la respiración se dificulte demasiado”, comentó Marr. Aunque hay bastante espacio para respirar antes de que el uso de la mascarilla se acerque a ese extremo.
Después de un año de pandemia de COVID–19, el mundo luce muy diferente. Se han documentado más de 90 millones de infecciones confirmadas de coronavirus en el mundo, las cuales han dejado millones de muertes e innumerables personas con síntomas persistentes, en medio de dificultades económicas y el cierre de escuelas y negocios. Han surgido las nuevas variantes del virus, que llevan cambios genéticos que parecen mejorar su capacidad para propagarse de persona a persona.
Y, aunque en este momento varias vacunas han superado los obstáculos regulatorios, el despliegue de las inyecciones ha sido inconstante y lento. Además, todavía no hay evidencia definitiva que demuestre que las vacunas tendrán un efecto significativo en la velocidad de propagación del virus y quién podría transmitirlo.
A lo largo de todos estos cambios, los investigadores se han mantenido firmes sobre el uso de los cubrebocas. “Los estadounidenses no tendrán que usar para siempre las mascarillas”, dijo Monica Gandhi, especialista en enfermedades infecciosas de la Universidad de California, campus San Francisco, y coautora del nuevo comentario. Sin embargo, por ahora, deben permanecer puestas, ya que protegen al portador de la mascarilla y a la gente a su alrededor.
Los argumentos a favor de la mascarilla abarcan varios campos de la ciencia, entre ellos la epidemiología y la física. Una serie de estudios observacionales ha sugerido que el uso generalizado de las mascarillas puede detener las infecciones y las muertes a una escala impresionante, en lugares tan pequeños como peluquerías y al nivel de países enteros.
Un estudio, que monitoreó políticas estatales que exigían cubrirse el rostro en público, reveló que los casos conocidos de covid habían aumentado y disminuido casi al mismo tiempo que las reglas del uso de las mascarillas en práctica. Otro estudio, el cual siguió las infecciones de coronavirus entre los profesionales de la salud en Boston, resaltó una caída drástica en la cantidad de resultados positivos en las pruebas después de que los cubrebocas se volvieron un elemento universal entre el personal. Y un estudio en Pekín encontró que las mascarillas tenían una efectividad del 79 por ciento al bloquear la transmisión de la gente infectada a sus contactos cercanos.
El trabajo reciente de investigadores como Marr identifica la base de estos enlaces a una escala microscópica. Según Marr, la ciencia es bastante intuitiva: los virus respiratorios como el coronavirus, que se mueve entre la gente en gotas de saliva y aerosol, necesitan un conducto claro para entrar en las vías respiratorias, las cuales están llenas del tipo de células que son infectadas por los virus. Las mascarillas que cubren la nariz y la boca limitan esa invasión.
El punto no es hacer una mascarilla hermética, opinó Marr. Más bien, las fibras que la componen crean una caótica carrera de obstáculos para el aire y para cualquier cargamento infeccioso.
“El aire debe seguir este tortuoso camino”, mencionó Marr. “Las cosas grandes que lleve no podrán seguir esos obstáculos”.
Los experimentos que ponen a prueba hasta qué punto los cubrebocas pueden interceptar el aerosol que entra y sale han demostrado que incluso los de materiales bastante básicos, como los de tela y las mascarillas quirúrgicas, pueden tener al menos un 50 por ciento de efectividad en cualquier dirección.
Varios estudios han confirmado la idea de que las mascarillas parecen ser mejores protegiendo a la gente alrededor del portador de la mascarilla que al mismo portador. “Esto se debe a que se está deteniendo justo en la fuente”, comentó Marr. No obstante, motivados por la reciente investigación, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades han hecho notar que también hay grandes beneficios para quienes se ponen los cubrebocas.
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