Falleció el 6 de enero de 1611 en el Colegio-Seminario de Corpus Christi y fue canonizado por el Papa Juan XXIII el 12 de junio de 1960.
San Juan de Ribera, Arzobispo de Valencia y Patriarca de Antioquía entre finales del siglo XVI e inicios del XVII, fue una figura muy importante de la restauración espiritual de la España de la contrarreforma. Desde la Arquidiócesis de Valencia contribuyó enormemente al espíritu de renovación católico mediante la aplicación de las directrices del Concilio de Trento. Por ese motivo, el Papa San Pio V, promotor de la contrarreforma, lo llamó “lumbrera de toda España”.
Juan de Ribera -o de Rivera- nació en Sevilla en 1532. Su padre ostentaba los títulos de duque de Alcalá y marqués de Tarifa, y ocupó el cargo de virrey de Cataluña y Nápoles; mientras que su madre, también de origen noble, murió cuando él era todavía muy pequeño.
Recibió la tonsura clerical en 1544 y marchó a estudiar a la Universidad de Salamanca, la más prestigiosa que existía en ese entonces en España, con los célebres teólogos Melchor Cano y Domingo de Soto.
En 1562, cuando era un joven sacerdote, fue nombrado Obispo de Badajoz por pedido del Papa Pío IV. En aquella diócesis trabajó arduamente por el fortalecimiento de la fe a través de la enseñanza de la doctrina católica, de manera que los fieles pudiesen resistir la influencia del incipiente protestantismo que amenazaba con extenderse en España. San Juan le dio mucha importancia a la catequesis, en la que encontraba el arma más eficaz para dar a conocer la verdad.
Fue un gran predicador pero, por sobretodo, un pastor al servicio de sus ovejas. Solía confesar por horas, llevar la comunión a los enfermos y atender cariñosamente a quienes buscaban consejo. Fue también un hombre desprendido. Siendo obispo, en una ocasión vendió el mobiliario y la loza de su propio comedor para asistir a los pobres con el dinero obtenido.
En 1568, el Papa le confirió el título de Patriarca de Antioquía y dos meses después le encargó el Arzobispado de Valencia. En esa sede trabajó durante 42 años ininterrumpidamente, hasta su muerte.
Escribió varias obras, entre las que destaca el Manuale Valentinum (1592). Entre 1569 y 1610, realizó 2715 visitas o acciones pastorales. Con el registro escrito de aquellas visitas se llenaron 91 volúmenes de actas que se conservan hasta hoy. Como muestra de su celo pastoral y su alma cuidadosa, organizó hasta siete sínodos arzobispales con sus párrocos y sacerdotes, siempre atento a las necesidades de las almas que Dios le confió.
San Juan de Ribera tuvo amistad con muchas de las figuras más importantes del catolicismo de aquellos tiempos, santos florecidos en defensa de la verdad de Cristo y de la Iglesia: San Juan de Ávila, San Luis Bertrán, San Francisco de Borja, San Carlos Borromeo, San Pedro de Alcántara, San Pascual Bailón, San Salvador de Horta, San Alonso Rodríguez, Santa Teresa de Jesús, San Roberto Belarmino, San Lorenzo de Brindis, Beato Nicolás Factor, Beato Andrés Hibernón y Beato Gaspar Bono.
Falleció el 6 de enero de 1611 en el Colegio-Seminario de Corpus Christi. Fue canonizado por el Papa Juan XXIII el 12 de junio de 1960.