La pandemia tiene efectos directos pero también presenta daños colaterales como la desatención de todo el espectro de enfermedades ‘no COVID’. 

Abordar el COVID-19 y todas sus consecuencias significa abordar la hipertensión, la obesidad, la diabetes, las enfermedades cardiovasculares y respiratorias crónicas y el cáncer. Atender la salud mundial -coinciden los expertos- es mucho más que prevenir los contagios y muertes por el nuevo coronavirus.

Es que en la actualidad interactúan dos categorías de enfermedades: la infección por el SARS-CoV-2 y una serie de enfermedades no transmisibles (ENT) y el retraso en las consultas por éstas últimas, la cancelación de controles y tratamientos en curso, sumado a un contexto de disparidad social y económica exacerba los efectos adversos de cada enfermedad por separado.

Todo eso lleva a la revista especializada The Lancet a asegurar que “el COVID-19 no es una pandemia. Es una sindemia”. “La noción de sindemia fue concebida por primera vez por Merrill Singer, un antropólogo médico estadounidense, en la década de 1990, quien argumentó que un enfoque sindemico revela interacciones biológicas y sociales que son importantes para el pronóstico, el tratamiento y la política de salud”. “Limitar el daño causado por el SARS-CoV-2 exigirá mucha más atención a las ENT y la desigualdad socioeconómica de lo que se admitió hasta ahora -destacó la publicación-. En el caso de COVID-19, atacar las ENT será un requisito previo para una contención exitosa”.

Para conocer el panorama de la situación, Infobae consultó a especialistas en cardiología, oncología, neurología y otras patologías.

Una rama de la medicina que “venía golpeada” desde antes de la pandemia y que sin dudas sirve de ejemplo de cómo el temor hacia algo que se quiere evitar puede ocasionar un mal mayor es la relacionada con las endoscopias, que son prácticas que “además de detectar enfermedades a tiempo, permiten realizar tratamientos que antes requerían cirugías”, y que luego de la muerte de la periodista Debora Pérez Volpin vieron reducido su caudal de consultas.

“En la ciudad de Buenos Aires las prácticas bajaron bruscamente; en el primer momento de la cuarentena llegaron casi al 10%, y si bien en el último mes empezó a recuperarse el flujo de pacientes, estamos muy por debajo del nivel de estudios de tratamiento y diagnóstico precoz”. El médico cirujano esófago gástrico Alejandro Nieponice (MN 102515) hizo hincapié en que “claramente el motivo es el temor y el desconocimiento”. “Durante mucho tiempo se difundió el miedo y poco el concepto de que había que ir al médico y no descuidar los controles. La consecuencia de esto es que estamos retrasando el diagnóstico de enfermedades potencialmente curables y diagnosticándolas cuando son incurables”, destacó el jefe de la Unidad de Esófago de Fundación Favaloro, quien personalmente le tocó diagnosticar pacientes con cáncer de esófago que en marzo tenían dificultades para tragar y consultaron en agosto. “Algo similar ocurre en colon, donde la detección precoz de los pólipos previene el cáncer y cuando se detecta se cura en el 99% de los casos, siendo que si se detecta cuando el tumor está desarrollado se pierde la oportunidad terapéutica”, insistió.

Nieponice señaló que “empezaron a aparecer algunos estudios y van a aparecer más en el tiempo que muestran todas las muertes no COVID, que son probablemente más que las que ocurren a causa de la pandemia y que podrían prevenirse. Entonces el equilibrio debe ser muy justo entre disminuir las muertes por coronavirus y prevenir aquellas por falta de consulta”.

Y tras asegurar que “las desatendidas son todas enfermedades que generan síntomas leves y lentos, que los pacientes con un poquito de miedo prefieren aguantar un poco y no consultar”, resaltó que “eso hace que cuando se llega al diagnóstico los tratamientos sean mucho menos efectivos”.

Para él, “es muy importante concientizar a la población para que se maneje de forma segura dentro de los centros de salud y no abandone sus tratamientos, ya que si pueden ir al supermercado pueden ir al médico con el mismo nivel de seguridad y a nadie se le ocurre dejar de comprar comida para comer”.

“Creo que el error de concepto partió del hecho de decirle a la gente que había una forma de enfermarse y una de no enfermarse y que no enfermarse dependía de quedarse en la casa y claramente eso no es así -consideró-. Muchas veces en medicina nos toca elegir entre dos opciones que no son buenas y hay que optar la menos mala: salir de tu casa te puede enfermar y quedarte te puede enfermar. En una tenés más chance de enfermarte de COVID-19 y en la otra de muchas otras patologías (sumado al hecho que si salimos en forma segura y con los cuidados básicos, las chances de enfermarse de COVID son muy bajas, y de que nos contagiemos y se complique son aún mucho más bajas) entonces estadísticamente es menos riesgoso movilizarse con protocolos que quedarse con pánico en la casa”.

“La pandemia tiene efectos directos afectando la población, pero también presenta daños colaterales como la desatención de todo el espectro de enfermedades ‘no COVID’. Las consultas por afecciones cardiovasculares tanto crónicas como agudas cayeron marcadamente durante la pandemia en todo el mundo”, coincidió el médico cardiólogo Fernando Cura (MN 82590), jefe de Cardiología Intervencionista del ICBA Instituto Cardiovascular, quien citó datos de la Asociación de Clínicas, Sanatorios y Hospitales Privados de la República Argentina (Adecra) según los que “se detectó un 70% menos de consultas por guardia y un 60% de caída de colocación de stents o cirugía de bypass”.

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