La pandemia había alcanzado a un crucero, el Diamond Princess, retenido el 3 de febrero mientras estaba atracado frente a las costas de Japón.
Viajar en un crucero es pasar el día entre piscinas, sintiendo la brisa bajo un cielo soleado, probar comida caribeña o dieta mediterránea y, por las noches, reunirse con los demás navegantes en la plaza del barco o gritar ¡Bingo! en el casino. En medio del mar, un crucero también es de los peores lugares para vivir el confinamiento por una pandemia como la del SARS-CoV-2. Encerrados en una cabina y sin ver tierra firme por más de dos meses, el deseo de llegar a casa se vuelve una obsesión. Sobre todo si sabes que ya han muerto medio millón de personas en el mundo.
Jenifer Blanco es una mexicana originaria de Colima, de 27 años, que sueña con viajar desde antes de nacer. Aunque le encanta la aventura, le gusta dar pasos en tierra firme, así que sigue la ruta que encuentra más confiable para cumplir sus sueños. Trabajar en un crucero era uno de ellos, lo que nunca se imaginó es que le iba a cambiar la vida.
Pasó más de dos meses de confinamiento a bordo del Crown Princess: un barco de 60 metros de alto y 290 metros de eslora, la longitud de una embarcación desde la proa hasta la popa (algo así, como la extensión de dos calles), con capacidad para 3,000 pasajeros y 1,200 miembros de tripulación. Es uno de los barcos más lujosos de la línea Princess Cruise, empresa con 19 naves a inicios de 2020. También es una jaula de oro cuando pasas 80 dias confinada en una cabina en medio del mar, de donde solo puedes salir a comer tres veces al día y tomar sol en un paseo por la cubierta. Ella lo cuenta como una aventura. Pero para miles de personas, permanecer en el barco con el coronavirus abordo fue una pesadilla.
Para el mes de febrero, Jeny, como la conocen sus amigos, llevaba cuatro meses trabajando como parte del Youth Staff, al cuidado de los niños, para los que tenía que crear actividades, juegos, canciones y vigilar que no se cayeran y, si se caían, que no se notara el chichón. Aunque podía tener una jornada de unas cuatro horas, el resto del tiempo debía cumplir con capacitación o guardias.
Al inicio de su travesía en octubre de 2019, Jeny abrió la fanpage “Vámonos con Jeny”, para mostrar la experiencia de recorrer Aruba, Antigua, Santa Lucía, Barbados, Curazao y otras islas, antes de la crisis sanitaria que congelaría al mundo. Un viaje en el Caribe suele durar unos 10 días, partiendo de Miami, Florida. Cada día, el crucero amanece en una nueva isla y el viaje incluye días enteros en el mar hasta el siguiente puerto.
En los días de playa, en la fanpage aparecían fotos de Jeny posando frente al mar, de comida y piscinas en el crucero, los atardeceres y sus nuevos amigos abordo, generalmente mexicanos, chilenos y peruanos. “Llegamos a Barbados y por fin nos tocó bajarnos juntas! [se refiere a dos de sus amigas del staff] Comimos, jugamos, nos hicimos la sesión de fotos y fuimos muy felices hasta que llegó la tarde y regresamos al trabajo”, publicó en enero desde la isla que vio nacer a Rihanna. Jeny se tomó selfies acompañada por sus dos amigas y dos compañeros del crew sentados sobre la arena blanca, con gafas oscuras, luciendo un traje de baño de dos piezas y el mar turquesa al fondo. Siempre con un crucifijo dorado colgado de su cuello.
Jeny había quemado sus naves unos meses antes después de haber vivido 3 años en Irlanda. Su primo Faby, 8 años mayor que ella, la animó a buscar nuevos horizontes en el sector de los cruceros. El primo ya es un viejo lobo de mar, con 9 años navegando. Y le advirtió: “te vas a cansar del Caribe y un día no vas a querer ni bajar”. “Y yo contesté: no, no creo”. Pero a los dos meses Jeny le confesó: “ya me pasó”. Podían atracar frente a una isla, ella miraba el reloj, medía el tiempo; tenía dos horas, suficientes para comer y nadar un poco, aunque luego pensaba: “Mejor me voy a dormir”. Sí, te puedes aburrir del paraíso.
La alerta
Al mencionar la palabra crucero, el referente más trágico es el Titanic. El miedo a que un barco se hunda es de los más frecuentes cuando viajas por mar. Pero este año, la amenaza se encontraba abordo y también resultó invisible. A inicios de febrero, una alerta comenzó a hacer ruido entre la tripulación: un virus, China, ahora tenían que limpiar el barco, estos son sus limpiadores, necesito guantes, hay que limpiar cada objeto, lavarse las manos, tomarse la temperatura. ¿Qué está pasando? ¿Va a pasar pronto?
La pandemia había alcanzado a un crucero, el Diamond Princess, retenido el 3 de febrero mientras estaba atracado frente a las costas de Japón. Ninguna de las 3,711 personas abordo pudo bajar a tierra después de que un pasajero (que había descendido) había dado positivo a la prueba de Covid-19. En cuestión de días y después de aplicar dobles pruebas, el gobierno de Japón confirmó 531 casos más abordo. Un mes después, la cifra aumentó a 712 casos y nueve de ellos murieron.
El 14 de febrero Jeny publicó por primera vez algo relacionado con el coronavirus: “Es un día de trabajo normal, pero hoy quiero platicarles más sobre las medidas de salubridad que estamos tomando para evitar cualquier contagio. La limpieza es constante, no hay un horario específico para limpiar, siempre verán a algún trabajador limpiando los pasamanos, sillas, mesas, etc. Se dan anuncios constantes para que no olviden lavarse las manos y utilizar el gel”. Pero en su fanpage los comentarios de sus amigos y su familia eran de alegría: “Tú sigue disfrutando”, “qué lindo”, “hermosa, la guía turística”.
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