Quiso abrir un café, y llego la pandemia. Sumado a ello, en plena cuarentena le robaron toda la recaudación que era el sueldo completo de las empleadas.

Al igual que otras tantas mañanas, Christian Di Salvo (47) recibió el llamado de Francisco Larrea (54) quien le contó apenado su triste realidad: las deudas arrastradas de la confitería de sus sueños -ubicada en una emblemática esquina de Tres Arroyos-, no lo dejaban dormir. No podía recuperarse del robo que había sufrido semanas antes en plena cuarentena y que le significó un quiebra tanto económico como emocional. De esa conversación, en tono de deshago, nació una idea que hoy los une aún más.

“Francisco se dedicó durante 28 años a la gastronomía y cuando apostó a un nuevo proyecto, que para él significaba cumplir un sueño, llegó la pandemia. Y en plena cuarentena le robaron toda la recaudación que era el sueldo completo de las empleadas. Eso fue lo que más lo entristeció! Decidió dar un paso al costado y cerrar”, cuenta entre lamentos Christian Di Salvo, amigo de Francisco y uno de los actuales propietarios del comercio al que decidió apostar para ayudar a quien conoce desde los años 80 cuando jugaban juntos al básquet en el club del barrio.

Los amigos hoy son tres. Marcelo Riberí llegó a sus vidas hace unos años en el momento en que comenzó a trabajar como chef cuando Francisco abrió La Esquina, hace dos años, el primer local del que la nueva confitería había heredado las deudas que se hicieron impagables.

“Con Marcelo, también amigo y mi actual socio, quisimos ayudarlo. Pensamos en hacerlo como personas pero, sobre todo, como amigos. Por eso le preguntamos si le parecía bien que juntáramos dinero para darle una mano, pero como ya venía arrastrando deudas no quiso y vio como única solución cerrar las puertas del lugar que abrió cumpliendo su mayor anhelo”, recuerda Di Salvo.

“La Esquina nació en otro local -a tres cuadras del que hoy es el café resto bar Joker’s– por el que Francisco pagaba un alto costo en alquiler, además de otros gastos. Para paliarlos, hace 9 meses apostó a mudarse de salón y así llegó al hermoso comercio ubicado en el centro de la ciudad, una de las esquinas más emblemáticas de Tres Arroyos, donde estamos ahora”, relata Di Salvo.

Riberí agrega: “Hicimos algunos cambios con la idea de brindarle a la gente una gastronomía diferente ya que por mi profesión tuve la posibilidad de viajar por muchos países del mundo y conocer nuevos sabores. Por eso haremos noches para probar la comida de diferentes países: noches mexicanas, noches italianas… Queremos innovar desde lo gastronómico”.

Volviendo a la triste situación que marcó el punto final para Francisco, su amigo Christian cuenta: “Cuando le propusimos juntar nuestros ahorros para ayudarlo o comprar el fondo de comercio, nos confesó: ‘Hay gente que quiere comprar el fondo de comercio, pero sólo en ustedes confío para venderlo porque lo van a cuidar’”.

“Y así fue como otro sueño nacía: el de hacernos cargo nosotros de la confitería para que el proyecto de nuestro amigo siga”, revela Christian. “Después de hacer los números empezamos, en plena pandemia, con todos los papeles y el 27 de mayo nos hicimos cargo de la confitería que, finalmente, abrimos al público el sábado 20 de junio fecha en que la ciudad entró en la Fase 5 de la cuarentena”.

Sobre ese 27 de mayo, Christian revela que “fue el día que Francisco eligió para darnos la posta. Nosotros no quisimos presionarlo ni nada, sólo le planteamos la idea y pedimos que se tome el tiempo necesario para pensar las cosas y decirnos cuándo estaba listo para decir adiós a este sueño porque sabía quedaría en buenas manos”.

“‘¡Acá está la llave!‘”, nos dijo -sigue Christian-. Desde ese día y hasta el sábado 20, cuando abrimos con protocolo sanitario y el aislamiento social que pide tener el municipio, nos encargamos de arreglar el local y algunos detalles”.

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