El gran problema de combinar las teorías conspirativas y una pandemia mundial, resulta en falta de confianza en el sistema de salud de cada país.

Si bien en cierto que las llamadas teorías de conspiración han existido a lo largo de la historia en distintos momentos y asociadas a distintos acontecimientos, ha sido muy notable su presencia a raíz del inicio de la pandemia y aunque varían de acuerdo al país, en esencia son lo mismo: “alguien” controla la situación y se refuerza lo que hablábamos la vez pasada sobre el racismo: nos dividimos en “ellos” los que controlan y “nosotros” los controlados, pero como no quiero ser parte de quienes son afectados por los intereses de los “otros” me rebelo a través de información privilegiada, que pocos de “nosotros” conocemos. Es así que las teorías sobre la implantación de chips por parte de Bill Gates a través de vacunas, la red 5G como causante de los síntomas del Coronavirus o la venta de líquido sinovial, por parte de médicos del IMSS, cobran relevancia porque sirven para “explicar” lo que está sucediendo y los “pocos” que lo saben, se sienten a salvo, es decir, cumple con las necesidades emocionales de control y seguridad.

Viren Swami, profesor de Psicología Social de la Universidad Anglia Ruskin en el Reino Unido, explica que las teorías conspirativas adquieren importancia cuando sentimos falta de control ante alguna situación, como lo es el Coronavirus y podemos a través de ellas, culpar a alguien que a su vez, puede “resolver” la situación. Es por ello que no resulta extraño que las ideas de conspiración se propaguen con más rapidez que el mismo virus, gracias a las redes sociales.

La humanidad se ha enfrentado a numerosas pandemias, pero es la primera en la era de la información y ése es quizás el mayor problema, que aunque tenemos acceso a todo tipo de información, nuestra necesidad de control, hace que le demos sentido a información que realmente no la tiene, pero que nos da las repuestas que queremos encontrar para sentir que podemos estar a salvo, como la ingesta de cloro y otras sustancias tóxicas, para “prevenir” la enfermedad, que cabe señalar que ha dejado varios muertos por tomarlas como ciertas, así como las curas a través de plátano o ajo, que resultan ineficaces ante una enfermedad que recién estamos entendiendo.

En nuestro país han permeado tanto las teorías conspirativas sobre la enfermedad, que fácilmente se puede diferenciar la población entre quienes “creen” o no “creen” en la existencia del virus, con explicaciones tan variadas como que son los médicos quienes están siendo pagados por matar a los pacientes y extraerles el líquido sinovial, como que es una mentira del gobierno para golpear a sus opositores y afectar la economía. Es por ésta razón que las cadenas de WhatsApp se han hecho tan populares, pues es una forma de llegar fácilmente a muchas personas sin clarificar la fuente. Las teorías conspirativas, surgen por las necesidades emocionales antes mencionadas de control y seguridad, por lo que nada tiene que ver el género, la situación económica, social o nivel educativo de quienes las creen y difunden.

El gran problema de combinar las teorías conspirativas y una pandemia mundial, resulta en falta de confianza en el sistema de salud de cada país, falta de seguimiento a las medidas preventivas y aumento en la probabilidad de que los enfermos se agraven, decidan no acudir a los hospitales o ingieran sustancias tóxicas, incrementando el riesgo de propagación del virus y la duración de la pandemia.

¿Cómo podemos distinguir una teoría de conspiración? Éste tipo de información generalmente consta de tres elementos: un conspirador, que puede ser un individuo o un grupo reducido; un plan que explica las ganancias de los conspiradores y por supuesto, la manipulación masiva que explica el por qué la mayoría de las personas no saben lo que está ocurriendo. Estos elementos aunados al estrés, hacen que se vuelvan creíbles, según lo explica el doctor Mike Wood de la Universidad de Winchester, Inglaterra.

¿Cómo podemos filtrar la información que compartimos a través de nuestras redes sociales?

  • Verificar si la fuente es confiable. No basta con que se mencione que “un médico” o un “científico” dice tal o cual cosa, sino que debe contener una fuente verificable. (No, no cuenta el que lo diga Miguel Bosé)
  • Identificar los 3 elementos de las teorías conspirativas explicados antes.
  • Desconfiar de las cadenas de WhatsApp, que hablan de curas poco conocidas o remedios caseros pues es una enfermedad nueva que recién se está tratando de entender y para cual ni siquiera hay medicamentos específicos.

Seamos conscientes que estamos atravesando por una situación global que requiere de mucha adaptación y conciencia. Entendamos que debemos cuidarnos entre todos, porque al final estamos conectados todos en un mundo globalizado y el no cuidarnos en lo personal, puede afectar tanto a nuestros seres queridos, como a otras personas.

Espero que lo anterior les haya sido de interés y utilidad para enfrentar la avalancha de información que recibimos día con día sobre el COVID. Recuerden que esperamos sus comentarios y sugerencias a través de nuestras redes sociales.

¡Hasta pronto! Nos leeremos nuevamente desde el diván.

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