Francisco condenó la semana pasada el “pecado del racismo” y mencionó dos veces a Floyd como víctima de un homicidio “trágico”.

El papa Francisco mencionó a George Floyd por su nombre, dos veces, y ofreció su apoyo a un obispo estadounidense que se arrodilló en oración durante una protesta de Black Lives Matter.

Cardenales blancos y negros han hablado sobre la muerte de Floyd, y la enorme maquinaria de comunicación del Vaticano se ha puesto en marcha para llamar la atención sobre la causa que ahora representa.

En circunstancias normales, la muerte de Floyd a manos de un policía blanco y las protestas globales contra el racismo y la brutalidad policial podrían haber atraído una discreta respuesta diplomática de la Santa Sede. Pero en un año con elecciones presidenciales en Estados Unidos, la intensidad y consistencia de la reacción de la jerarquía eclesiástica sugiere que, del papa hacia abajo, el Vaticano intenta dar ánimos a los manifestantes contra el racismo al tiempo que transmite un mensaje claro a los católicos estadounidenses sobre cómo deberían posicionarse ante las aspiraciones del presidente, Donald Trump, de ser reelegido en noviembre.

Francisco “quiere enviar un mensaje muy claro a estos católicos conservadores que son partidarios de Trump, de ‘Escuchad, esto es tan importante como el aborto’”, dijo Anthea Butler, profesora visitante en la Yale Divinity School.

Butler, que es afroestadounidense, señaló que el Vaticano está diciendo a los católicos “que presten atención al racismo que se está produciendo y al racismo que está en su propia iglesia en Estados Unidos”.

El Vaticano lleva tiempo denunciando la injusticia racial, y diferentes papas, desde Pablo VI, han expresado su apoyo al movimiento de los derechos civiles y al mensaje de Martin Luther King Jr. sobre protestas no violentas. El primer papa del Hemisferio Sur no es diferente.

Pero el grado de implicación de Francisco y el Vaticano tras la muerte de Floyd es inusual y sugiere una estrategia coordinada dirigida a una iglesia nacional a la que Francisco ha criticado desde hace tiempo por su partidismo político e ideológico, dijo Alberto Melloni, historiador de la Iglesia y secretario de la Fundación Juan XXIII para Estudios Religiosos en Bolonia, Italia.

Francisco condenó la semana pasada el “pecado del racismo” y mencionó dos veces a Floyd como víctima de un homicidio “trágico”.

“No podemos cerrar los ojos a cualquier forma de racismo o exclusión al tiempo que pretendemos defender lo sagrado de toda vida humana”, dijo.

Fue un esfuerzo claro por llamar la atención a algunos católicos conservadores, para los que la cuestión del aborto es primordial mientras que otros asuntos de “vida” importantes para Francisco -el racismo, la inmigración, la pena de muerte y la pobreza- son secundarias a la hora de votar.

Francisco ha mantenido con firmeza la oposición de la Iglesia al aborto. Y los sondeos indican que católicos estadounidenses de diversas corrientes respaldan unas restricciones considerables al aborto legal.

Pero el pontífice también ha lamentado que la Iglesia estadounidense esté “obsesionada” con el aborto, los anticonceptivos y el matrimonio homosexual, en detrimento de sus otras enseñanzas. Trump ha centrado su mensaje a los votantes católicos en su posición contra el aborto.

Francisco habló el 3 de junio, después de que Trump posara ante una iglesia episcopal cerca de la Casa Blanca, con una Biblia en la mano, tras el agresivo desalojo de los manifestantes de un parque cercano.

Al día siguiente, Trump visitó el santuario de San Juan Pablo II, una visita criticada por el prelado afroestadounidense de mayor rango en el país, el arzobispo de Washington D.C., Wilton Gregory, nombrado el año pasado por Francisco. Gregory dijo que le parecía “incomprensible y reprochable que cualquier espacio católico permita que se le manipule y utilice de manera tan descarada”.

En esa línea, la llamada la semana pasada del papa al obispo de Texas, Mark Seiz, de El Paso parecía significativa. Seitz ha destacado en la defensa de un trato justo para los inmigrantes que intentan cruzar la frontera sur de Estados Unidos, una causa que Francisco ha enarbolado en formas que han avivado las tensiones con Trump.

Francisco llamó de forma inesperada a Seitz después que el obispo fuera fotografiado arrodillado rezando en una protesta de Black Lives Matter. Seitz dijo que el papa le había dado las gracias sin mencionar la manifestación, pero el contexto estaba claro: “Mis recientes actos y palabras sobre los acontecimientos que están teniendo lugar en el país ahora” tras la muerte de Floyd.

Aunque la Santa Sede no querría aparecer como tomando partido antes de las elecciones en Estados Unidos, su rama mediática ha dejado claro su apoyo a las protestas pacíficas, denunciado injusticias sufridas por negros estadounidenses y subrayado su tradicional apoyo al mensaje de King.

La edición del domingo de L’Osservatore Romano incluía tres artículos relacionados con Floyd en su portada. La primera era que se esperaban un millón de personas en las protestas de la jornada en Washington. La segunda era sobre un video de dos policías estadounidenses empujando a Martin Gugino, un manifestante blanco católico de 75 años, y tirándole al suelo en Buffalo.

El tercer artículo era sobre un servicio religioso ofrecido por el estadounidense de mayor rango en el Vaticano, el cardenal Kevin Farrell, que condenó cómo los ideales constitucionales estadounidenses estaban fallando a sus ciudadanos negros.

El mensaje está teniendo efecto entre los católicos de Estados Unidos, según Natalia Imperatori-Lee, profesora de estudios religiosos en el Manhattan College.

“Empezamos a ver la aparición de una cierta de fractura”, dijo. “Que lo que ocurre vaya a ser duradero o si es un cambio de paradigma, creo que es demasiado pronto para saberlo”.

Un sondeo del Instituto Público de Investigación de Religión, una organización sin fines de lucro, determinó que la proporción de católicos blancos con una opinión positiva de Trump había caído en más del 10% desde el año pasado, llegando a un 37% en la última semana de mayo respecto al 49% de 2019.

La prueba, dijo Imperatori-Lee, será si los sacerdotes siguen hablando sobre el racismo dentro de seis meses. Y más allá de eso, señaló, “supongo que sabremos si funciona cuando los católicos vayan a las urnas en noviembre”.

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