Tres niños han fallecido en Nueva York, y el gobernador instruyó a los hospitales dar prioridad a las pruebas de COVID-19 en niños que presenten síntomas.
Amber Dean se había recuperado de una infección leve de coronavirus y la familia de cinco integrantes acababa de terminar su cuarentena en casa cuando su hijo mayor Bobby, de 9 años, se enfermó.
“Al principio no era nada grave, parecía como un virus estomacal, como si hubiera comido algo que no le cayó bien”, dijo Dean, quien vive con su esposo y tres hijos en la localidad de Hornell, en el occidente de Nueva York. “Pero al siguiente día no podía retener nada y le dolía tanto el vientre que no podía ni sentarse”, comentó.
En la sala de emergencias del hospital local los médicos sospecharon que tenía una infección en el apéndice y lo enviaron a casa con instrucciones de ver a un pediatra.
Fue hasta después que la condición de Bobby empeoró de manera alarmante que los médicos se dieron cuenta que se encontraba entre el pequeño pero creciente número de niños que padecen un misterioso síndrome inflamatorio que se cree está relacionado con el virus.
El gobernador de Nueva York Andrew Cuomo dijo el martes que el estado investiga alrededor de 100 casos del síndrome, que afecta los vasos sanguíneos y órganos, y cuyos síntomas son parecidos a los de la enfermedad de Kawasaki y a un choque tóxico.
Tres niños han fallecido en el estado, y Cuomo instruyó a los hospitales dar prioridad a las pruebas de COVID-19 en niños que presenten síntomas.
En la ciudad de Nueva York, que ha reportado por lo menos 52 niños enfermos con el síndrome, el alcalde Bill de Blasio pidió el martes a los padres de familia llamar a sus pediatras cuanto antes si sus hijos muestran síntomas, como fiebre persistente, sarpullido, dolor abdominal y vómito.
Eso fue lo que la familia de Bobby Dean hizo, aunque viven en el condado de Steuben, que sólo tiene 239 casos confirmados de COVID-19 y se ubica en una parte del estado que se tiene previsto que empiece a reabrir algunos sitios de trabajo el viernes.
El médico familiar le realizó una prueba de coronavirus al día siguiente de que se presentó a emergencias, pero los resultados tardarían 24 horas. Para esa noche, la fiebre del pequeño había aumentado, su abdomen estaba inflamado, estaba severamente deshidratado y su ritmo cardíaco se había acelerado. Su padre, Michael Dean, lo llevó al Hospital Infantil Golisano, en Rochester, a 90 minutos de distancia.
“En Rochester le hicieron una prueba rápida de COVID y dio positivo”, dijo Amber Dean. Durante los siguientes seis días, estuvo en el hospital junto a su hijo mientras éste estaba conectado a vías intravenosas y un monitor cardíaco. Regresó a casa el Día de las Madres.
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