Viendo a Juliet jugar con su hermanito de cinco años, es difícil imaginar que apenas el mes pasado la pequeña estaba al borde de la muerte.
Cuando su hija al borde de la muerte viajaba en ambulancia aérea al hospital, Jennifer Daly sólo podía pensar en las partes de la vida que aún aguardaban a la niña de 12 años: ¿Se enamoraría? ¿Se casaría y tendría hijos?
Al recorrer el camino desde la casa familiar al norte del lago Pontchartrain hacia el hospital en Nueva Orleans a donde llevaron a su hija, diagnosticada luego con coronavirus, pensaba en cómo sería la vida sin su Juliet. “Es una niña tan dulce.
La más dulce del mundo. No se merece esto. Además, le rogaba a Dios… por favor, ayúdame”, dijo Jennifer, hablando el jueves desde la casa familiar en Covington junto a su esposo Sean y la niña, ya recuperada.
Viendo a Juliet jugar con su hermanito de cinco años, es difícil imaginar que apenas el mes pasado la pequeña estaba al borde de la muerte. En determinado momento sufrió un paro cardíaco y los médicos tuvieron que practicarle reanimación cardiopulmonar durante dos minutos hasta que reaccionó.
“Morí y regresé”, dijo Juliet. Su paso por el coronavirus no comenzó con muchos de los síntomas que afectan a los adultos, como dificultad para respirar.
Sufrió dolor de estómago y vómitos, y su madre —que es radióloga— pensó que tal vez era una apendicitis u otro trastorno abdominal, pero al mismo tiempo sus labios se volvían azules y sus extremidades estaban frías. Juliet fue llevada rápidamente a la sala de emergencias del hospital local. Allí, sufrió un paro cardíaco, la revivieron con masaje cardiaco y la llevaron en ambulancia aérea al Centro Médico Oschsner.
La recibió el doctor Jake Kleinmahon, uno de los que se hizo cargo de ella durante los 10 días siguientes. “Al llegar, Juliet era uno de los niños más graves que hemos visto con COVID-19”, dijo Kleinmahon.
La cámara superior de su corazón no coordinaba correctamente con la inferior y empezaba a sufrir “fallo orgánico múltiple”, añadió. Kleinmahon dice que los niños infectados por el coronavirus suelen exhibir síntomas distintos que los adultos: en algunos casos, como el de Juliet, son trastornos abdominales, en otros puede ser un sarpullido. Muchos niños están infectados por otro virus aparte del coronavirus y ése era el caso de Juliet.
En la mayoría de la gente, el nuevo coronavirus provoca síntomas leves o moderados que desaparecen en dos a tres semanas.
En algunas personas, sobre todos los adultos mayores y las que padecen trastornos de salud subyacentes, puede provocar enfermedades más graves, como la neumonía, e incluso la muerte. Juliet pasó cuatro días intubada y sedada, hasta que pudo volver a respirar por sus propios medios. Recibió el alta el 15 de abril.
El médico dijo que su función cardíaca es absolutamente normal. Pronostica que tendrá una “vida totalmente normal”. Cuando recuperó la conciencia, dicen sus padres, su primera preocupación fueron las clases que había perdido. Cuando su madre le dijo lo que le había sucedido, los ojos de Juliet se pusieron grandes como un par de platos.
“Al principio estaba muy nerviosa”, dijo Juliet. Quería saber si la enfermedad dejaría secuelas en su cuerpo. Jennifer dijo que ni ella ni su esposo conocían a nadie infectado con el coronavirus antes de la enfermedad de su hija. Si no la hubieran llevado a tiempo al hospital, no saben si hubiera sobrevivido. Le alegra saber que Juliet no recuerda los cuatro días de intubación.
Ella jamás podrá olvidarlos. “Sólo recuerda que su papá le dijo que se dormiría. ‘Pondrán un tubo en tu garganta. Te llevarán en helicóptero. Te despertarás en otro hospital y mamá estará ahí’”, dijo Jennifer. “Bueno… Eso es lo que pasó”.