Si alguna vez te has sentido exhausto tras horas de intenso trabajo o estudio, habrás probado de todo para intentar arañar unas horas más de productividad al reloj.
Una de las elecciones más populares es la cafeína, que nos acompaña en nuestro día a día como requisito indispensable para empezar con buen pie. Pero a menudo el café no es suficiente para aguantar una larga jornada, y no es raro que tras el almuerzo tu cuerpo te pida descansar un poco. ¿Y si la respuesta a este problema fuera exactamente aquello que hemos estado evitando?.
Exacto, nada mejor para quitar el sueño que dormir. Llegados a este punto encontramos diversas opiniones. Por un lado, estamos los que consideramos la siesta como uno de los mayores tesoros nacionales, e intentamos disfrutar de ella siempre que podemos. Sin embargo, en el otro lado encontramos gente que opina que no es sano dormir tanto, o que va en contra de la productividad. ¿Qué hay de cierto en estas afirmaciones? ¿Tiene algo que decir la Psicología al respecto?.
Descansando los ojos Durante las últimas dos décadas se han producido una gran cantidad de investigaciones sobre el papel de la siesta en la mejora de la función psicológica. Una multitud de estudios han demostrado consistentemente que la siesta puede compensar los efectos de la somnolencia aumentando el nivel de alerta, tanto subjetivo como objetivo, mejorando la cognición, la vigilancia y la capacidad psicomotora.
La propia NASA se ha interesado por este efecto vigorizante de la siesta, para lo cual diseñó un estudio en conjunto con la Administración Federal de Aviación de los EEUU, la entidad gubernamental responsable de regular todos los aspectos de la aviación civil. Se eligió a 200 trabajadores para participar en el estudio, todos parte de la tripulación de vuelos transoceánicos.
A la mitad se les hizo dormir una siesta de 40 minutos, mientras la otra mitad permanecía despierta. Los resultados mostraron un mayor nivel de alerta y un mejor rendimiento en aquellos trabajadores que habían descansado. Sin embargo, son muchos los investigadores que defienden que más de 30 minutos de siesta no son buenos.
Los beneficios de una siesta breve de 10-20 minutos son inmediatos y pueden llegar a durar hasta 3 horas, mientras que una siesta más larga puede provocar incluso un empeoramiento tras el despertar. Esto ocurre porque, cuanto más tiempo dormimos, más profundo es el estadio del sueño que alcanzamos en el momento de tener que despertar y, por tanto, más nos costará espabilarnos. Sólo 5 minutitos más A pesar de los detractores de las siestas largas, existen datos experimentales que apoyan los beneficios de descansar entre 60 y 90 minutos después de comer. Y es que el efecto de una siesta breve es distinto del de una siesta larga.
En un estudio llevado a cabo en la City University de Nueva York se quiso estudiar si efectivamente una siesta larga suponía un mayor beneficio que una siesta corta. Para ello, los participantes en el estudio, los siempre explotados estudiantes de Psicología, debían aprender una serie de asociaciones entre palabras y sonidos. A algunos de los alumnos les permitieron dormir 10 minutos tras aprender la tarea, mientras que otros durmieron una hora. Un último grupo, menos afortunado, permaneció despierto todo el tiempo. Tras este periodo, se les hizo una prueba para evaluar lo que habían aprendido, y vieron que ambos grupos (siestas de 10 y 60 minutos, respectivamente) habían aprendido más que los que no durmieron la siesta. No satisfechos con esto, los investigadores le dieron una vuelta de tuerca más a su experimento.
En esta nueva etapa, los alumnos debían aprender otra tarea similar que interfiriera con la primera, para que la retención del aprendizaje fuera más difícil. Al cabo de una semana, volvieron a evaluar si recordaban la primera tarea. Los resultados fueron contundentes: el grupo que durmió 10 minutos tras aprender la primera tarea había olvidado todo lo que aprendió, y sus resultados fueron similares a los de los que no durmieron. Sin embargo, el grupo que durmió una hora de siesta tras el aprendizaje, consiguió recordar bastante más en esta nueva evaluación, mostrando que su siesta más larga había provocado que consolidaran mejor lo aprendido.
La siesta y el aprendizaje ¿A qué se debe esto? Cuando dormimos 60 minutos nos da tiempo de alcanzar el sueño de ondas lentas. Este periodo del sueño es el más profundo de todos, y se ha comprobado que se debe a que nuestro cerebro deja de atender a los estímulos que ocurren en el exterior. La explicación de este fenómeno tiene que ver con el hipocampo, una estructura de nuestro cerebro clave para la memoria, y la corteza cerebral, la encargada de procesar e integrar la información que nos llega a través de los sentidos.
Durante esta fase del sueño, ambas estructuras están inmersas en una profunda conversación, y su actividad se sincroniza. Actualemente se piensa que es dicha sincronía la que favorece la consolidación de los recuerdos. Es decir, durante el sueño nuestro cerebro aprovecha para reestructurarse, fortaleciendo las conexiones más importantes para retener toda la información que hemos aprendido durante el día. La conclusión de todos estos datos es que, en función de lo que necesitemos, deberemos dormir una siesta más o menos larga.
Si lo que queremos es prolongar nuestra productividad unas horas más, con una siesta de unos 20-25 minutos conseguiremos relajarnos un rato y despertar con mayor nivel de alerta, lo que nos permitirá rendir de nuevo al máximo durante un par de horas.
Sin embargo, si lo que queremos es consolidar el aprendizaje de una tarea concreta que estamos intentando aprender, una siesta más larga nos ayudará a reorganizar toda esa información en nuestro cerebro. Como ya adelantamos en un artículo anterior, dormimos para restaurar el equilibrio de algunas sustancias, para reparar músculos y otros tejidos, para consolidar lo aprendido durante el día, etc.
Lo que no estaba tan claro hasta hace poco es si todos estos beneficios del sueño eran exclusivos del descanso nocturno. Y es que la siesta ha sido muchas veces demonizada por algunos, sobre todo en otros países del norte, relacionándola con la pereza y la falta de productividad.
Sin embargo, los datos experimentales han mostrado que una siesta puede ayudar a mejorar el nivel de alerta, el funcionamiento cognitivo, el desempeño en tareas motoras, la memoria e, incluso, el estado de ánimo. Y con esto nos despedimos, pues tenemos una tarea pendiente que tratar con la almohada para no olvidar todo lo que hemos aprendido con este artículo.