A nivel internacional existen 2.5 millones de víctimas de trata de personas, y que generan ganancias a criminales de entre 32 mil y 36 mil millones de dólares anuales.
Según un informe de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), la cifra de víctimas de trata de personas en México es de 500 mil, de las cuales, 70 mil son menores de edad explotadas y explotados sexualmente, y alrededor de 50 mil se encuentran en zonas fronterizas.
México es uno de los 25 países en el mundo donde más ocurre este delito.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) estima que a nivel internacional existen 2.5 millones de víctimas de trata de personas, y que generan ganancias a criminales de entre 32 mil y 36 mil millones de dólares anuales. Se trata del segundo negocio ilegal que genera más ganancias, sólo después del narcotráfico.
En la Ciudad de México, hace aproximadamente tres años, surgió Red Retoño para la Prevención Social de la Delincuencia Organizada, con el propósito de buscar a mujeres y niñas víctimas de desaparición para la trata de personas con fines de explotación sexual. Hasta el día de hoy la organización ha logrado rescatar a siete niñas originarias del estado de Tlaxcala, epicentro de la trata a nivel internacional: en 46 municipios de esta entidad existen familias completas que se dedican a crear y fortalecer redes de captura, traslado y explotación sexual de menores de edad en el país y en el extranjero.
Durante los últimos 20 años diversos informes de la ONU Contra la Droga y el Delito, del Instituto Nacional de Mujeres (Inmujeres) y de la CNDH han dado cuenta de que existe una alta incidencia de este delito, sobre todo en la ruta sur de Tlaxcala, que colinda con Puebla: se le conoce a nivel mundial como el corredor de trata Tlaxcala–Puebla.
Con los años este negocio ilícito se ha diversificado y normalizado dentro de la misma sociedad, al grado de que, en ocasiones, cuando desaparece una niña, sus familiares no levantan una denuncia.
En décadas pasadas los padrotes o tratantes invertían alrededor de seis meses para enganchar o enamorar a sus víctimas; las convencían de irse a vivir con ellos a otros estados o países y, una vez lejos de sus familias, las obligaban a la prostitución. Con este proceso de enamoramiento los tratantes podían alegar ante la ley y ante las familias de sus víctimas, que ellas estaban con ellos por decisión propia.
Hoy en día es tal el grado de impunidad que los padrotes ya no ven la necesidad de enamorar o convencer a la víctima, pues las espían en sus rutinas y las capturan en la calle, muchas veces utilizando sustancias como cloroformo para desmayarlas. ¿Para qué invertir en enamorar, si nadie va investigar? Lo de hoy es el secuestro.
Karla Romero Tezmol desapareció en enero de 2016; sigue sin ser localizada
“Karla es una niña tímida. En la escuela, lo que me platicaban sus maestros, es que se llevaba con todos sus compañeros. A Karla no le gusta bailar, es buena hermana, para todos lados iba junto con Rafa, peleaban, pero al ratito se abrazaban”, comenta Olga Tezmol, madre de Karla, quien desapareció el 13 de enero de 2016 y hasta la fecha continúa sin ser localizada.
Esa mañana de enero Olga optó por mandar a Karla sola a la escuela, cosa que no acostumbraba hacer. Sin embargo, le dio un teléfono celular para que en cuanto llegara a la secundaria se comunicara con ella. Pasaron los minutos y las horas y Karla jamás llamó. Su hermano Rafa fue quien se percató de que algo andaba mal, pues al llevarle alimentos a la hora del receso le informaron que ese día Karla no había llegado al plantel.
“Karla era muy cariñosa, le gustaba escribirme cartas, me escribía que me agradecía mucho por haberle dado la vida, que me quería mucho; se disculpaba porque a veces tenía arranques de enojo. Es una excelente hija, con defectos y virtudes, pero yo así la quiero. La recuerdo sonriendo, enojada, llorando. La extraño, extraño escucharla gritando por toda la casa”, menciona Olga con voz entrecortada en la estética que lleva el nombre de su hija, donde ella le ayudaba por las tardes a hacer cortes de cabello y peinados y que, asegura la madre, algún día sería de Karla, ya que mostraba mucho interés en el oficio de estilista.
Con una profunda tristeza en el rostro, Olga comenta que todos los días desde que desapareció su hija se sienta a observar la foto de Karla para pedirle perdón. “El que ella no esté conmigo me hace sentir que no cuidé adecuadamente a mi hija y eso hasta la fecha me duele; me duele porque han sido más de dos años de búsqueda”.
Con el caso de Karla, Miriam Pascual, abogada de la Red Retoño, hizo su primer acercamiento a la trata de personas en Tlaxcala. “Lo primero que me encuentro es que ni siquiera había una investigación formal. Sólo había una acta de hecho”, menciona Miriam.
Según la abogada desaparecer en Tlaxcala es diferente a desaparecer en cualquier otra entidad del país, ya que la mayoría de las desapariciones son de mujeres, y el rango de edad cada vez ha ido disminuyendo más.
“Los informes de hace 10 años establecen un margen de 18 a 25 años; cuando desapareció Karla se inició una discusión entre las organizaciones sociales, porque consideraban que el rango de edad (11 años) no concordaba con los registros anteriores de las víctimas de trata. A partir de los distintos casos que nos han llegado nos damos cuenta de que la amplitud y diversificación de las víctimas también se va transformando a partir de los patrones de impunidad, crece el negocio y el perfil de las víctimas. En ese sentido, desaparecer en el epicentro de la trata de personas implica una situación de búsqueda urgente”.
Alicia Fregoso, procuradora de Justicia en 2016, descartó una averiguación con el argumento de que no había delito que perseguir por la desaparición de una niña de 11 años en San Pablo del Monte, un municipio foco rojo en trata de personas.
“Hay altas y bajas, a veces Rafa también siente el vacío, me dice que se siente muy solo, que por qué le quitan a su hermana, y a veces, cuando me tengo que ausentar para buscarla, él lo siente, me lo dice: cuando te vayas a buscar a mi hermana avísame porque te vas y no me avisas, y cuando yo despierto ya no tengo mamá. Como padres, mi esposo busca el sustento y yo como madre busco a Karla, pero sin desatender a mis otros hijos”.
Olga Tezmol recuerda cómo solían asistir a convivencias familiares, pero desde la desaparición de su hija no han podido incorporarse a ese tipo de reuniones sin sentir incomodidad y culpa por la ausencia de Karla.
“La última reunión que tuvimos fue dos días antes de su desaparición, nos tomamos una foto familiar en el bautizo de su hermanita de un año de edad en aquel entonces, es la última foto de Karla con nosotros”.