Desde muy pequeño Guillermo Del Toro quedó fascinado de la historia de Frankenstein, escrita por una joven británica de 18 años, llamada Mary Shelley. La vida llevó a Del Toro por distintos senderos profesionales y aunque ha entregado piezas fílmicas celebradas por millones, su propia versión de Frankenstein se convirtió en una realidad hoy a sus 61 años.
«No sé cómo sucedió, pero el hecho de que esta película llene el sueño de un chavo de provincia de 11 años, que en su bicicleta se fue a un supermercado que se llamaba Maxi y se compró un boxilibro de (Editorial) Bruguera de Frankenstein, y dijo: ‘Voy a hacer esta película a los 11 años’, y que la haga, no tengo idea de cómo pasó.»
«Las cifras son astronómicas en contra de que se hubiera hecho y por poquito no pasa. Es una película que estuve desarrollando activamente veintitantos años y que todo mundo me dijo que no, lo mismo que con Pinocho”, contó en una charla con Excélsior, Guillermo del Toro.
El director tapatío, ganador de tres Premios Oscar, llegó a la Ciudad de México junto a sus actores protagonistas, el australiano Jacob Elordi y el guatemalteco Oscar Isaac, para promocionar Frankenstein, cinta que ya cuenta con una corrida comercial en cines y que llegará a la plataforma Netflix este viernes 7 de noviembre.
Tras una gira por algunos certámenes como el Festival de Cine de Toronto, San Sebastián o Los Ángeles, El Gordo, como muchos le dicen de cariño al director tapatío, hizo una parada obligatoria en México para presentar de manera formal esta adaptación de Frankenstein, en la que pone sobre la mesa el tema del abandono, la paternidad ausente y la posibilidad de la sanación a través del perdón.
A partir de esta idea que plantea Del Toro en su cinta, en donde Víctor Frankenstein, un científico arrogante y al mismo tiempo padre-creador que rechaza a su creación por su imperfección, Excélsior le preguntó a Del Toro si con este filme exorciza una parte de su vida, al mismo tiempo que la vida de millones de hogares mexicanos que son abandonados y negados por los padres.
«Para mí la biografía de la humanidad es una biografía de familias rotas. Todos los grandes movimientos, como bien lo hace la tragedia shakespeariana o el análisis de la historia, son ausencias de afecto en la edad temprana. Sea la Guerra Napoleónica o sea la corrupción política son las ausencias de figuras que completan el ‘yo’ en la infancia”, compartió a este diario.
«Mi cine habla siempre de una infancia y del horror muy frecuentemente o de hijos, incluso en Blade 2 es la historia de un hijo vampírico que vuelve a decirle al padre: ¿Por qué me creaste así?, ¿Por qué me arrojaste al mundo?’, tal como en Frankenstein, o la niña en Cronos o los niños en El laberinto (del fauno) o en El espinazo (del diablo) y este (Frankenstein) es básicamente otra historia de otro niño lastimado que busca remediar su infancia y la reproduce a la brutalidad.»
«No es que sea metáfora, es que nuestra vida es la metáfora y lo que es curiosísimo es cuando tú dices : ‘Yo no voy a repetir lo que vi que mi padre hizo incorrectamente y a los 41 años dices: ‘Ay, ¿a qué hora me volví mi jefe?’. Eso es muy potente y no es metáfora”, reflexionó.
Versión de Frankenstein que no se había visto en el cine
Durante el encuentro que el también director de El callejón de las almas perdidas tuvo la mañana de este lunes en un hotel del Paseo de la Reforma, se habló de esa libertad que tuvo para poder plasmar en la pantalla el proceso de creación de Frankenstein, pues contrario a otras adaptaciones, él sí le dedicó un buen tiempo a ver cómo se iba conformando ese cuerpo creado a partir de cadáveres mutilados.
«Esa era la idea, pues número uno, (ese proceso) se lo saltan siempre y, número dos, las partes que más me interesaban de la novela no las habían puesto en cine. La mañana siguiente en donde (Víctor Frankenstein) se despierta y la criatura está viéndole al pie de la cama se la saltan siempre, no había existido en cine, la creación no había existido en cine.»
«En la novela, Víctor usa partes de animales, de puercos, de caballos, para zanjar la ausencia de anatomía que tienen los cuerpos que cosecha y a mí me interesaba decir que (los cuerpos) vienen de la guerra, por eso tiene que usar muchos. Quería enseñar ese momento no como un momento de horror, sino de alegría”, compartió Del Toro.
«Este cuate tiene 20 o 30 años queriendo crear una criatura y ese momento es en el que está más prendido, es cuando está feliz cosiendo, jalando tendones, reparando músculos y eso lo quise filmar como un musical.»
«Entonces, cuando él empieza, es como un director de orquesta, poniendo su partitura. Así viene un vals y viene todo el armazón de la criatura. Tiene que ser un momento de exceso de anatomía, de sangre, de tendones y de músculos glorioso. Y luego viene la cruda, para todos los que nacimos en México, que te preguntas: ‘Y luego, ¿qué haces con todo lo que sobró?’.»
La infancia de Del Toro
En Frankenstein, que tiene una duración de dos horas con 29 minutos, hay algunas escenas en las que tanto el pequeño Víctor como su versión ya adulta, encarnada por Oscar Isaac, juega y aprende anatomía con una especie de figurilla del tamaño de su mano, a la que se pueden desprender algunas partes del cuerpo. Esa figura de color crema es la que el propio Del Toro tuvo de niño.
«Esa figura anatómica, con la que él jugaba de chiquito y que compara con la criatura que acaba de crear, esa figurita es del boxilibro que compré a los 11 años”, contó Guillermo Del Toro.
Una adaptación de la mano de Shelley
La británica Mary Shelley tenía 18 años cuando comenzó a escribir Frankenstein y a los 20 vio su obra publicada. Si bien es cierto que el mexicano Guillermo del Toro respetó la esencia de la novela, se dio varias licencias creativas y plasmó esa relación padre-hijo que no se aprecia en la novela.
«Cuando tú fusionas tu identidad con la de algo que quieres hacer, cambia su peso. Es como cuando una canción se renueva con la voz de un cantante y un arreglo diferente, cambia su peso. Yo nací para cantar una canción y es ésta, como le quieras llamar, y está compuesta en partes iguales de Ismael Rodríguez, de Mary Shelly y mi biografía y el movimiento romántico y ve tú a saber cuánta pedacería formó este monstruo”.
«Entonces, mi deber es hacer una cosa, capturar el espíritu de la novela, darle el espíritu de la creación, que es parte de lo que yo he querido expresar por 50 años y renovar el pacto emocional del público con la historia.»
«Yo digo que adaptar un libro es como casarte con una viuda, tienes que respetar la memoria del marido, pero el sábado tienes que ponerle Jorge al niño”, puntualizó Del Toro con una sonrisa pícara.
Con información de Excelsior
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