La neurociencia, en otras palabras, nos da permiso para darnos un descanso cuando nos encontramos verdaderamente atascados.

Solo en 2018 aparecieron aproximadamente 70 mil publicaciones sobre investigaciones relacionadas con el cerebro en revistas científicas.

Pero solo algunos tuvieron recibieron gran atención y, los que la tuvieron, generalmente fue porque hablaban de nuevas partes del cerebro anteriormente ignoradas. El titular «descubren una región del cerebro desconocida» es de lo más popular.

Nos encontramos en un momento tremendamente emocionante en la investigación sobre el cerebro, el equivalente neuronal al desarrollo cartográfico y al descubrimiento de recursos útiles en regiones vírgenes del mundo que tuvieron lugar en los siglos XVII y XVIII.

Se han hecho muchos hallazgos, pero está claro que aún queda mucho más por descubrir si profundizamos en los detalles escondidos bajo la superficie.

Resulta sorprendente, sin embargo, que a pesar de la novedad de los descubrimientos, la utilidad de estos suele pasarse por alto.

No importa cuán obvios lleguen a ser algunos hallazgos o avances, a veces resulta difícil para la mayoría predecir las implicaciones que su investigación actual puede tener a largo plazo.

La procrastinación

He aquí un ejemplo específico de la neurociencia. Uno de los mayores retos para la productividad humana en todo el mundo se concreta en un simple problema: la procrastinación. (el hábito de postergar actividades o situaciones que deben atenderse y sustituirlas por otras acciones más irrelevantes o agradables).

No solo lo dice la amplísima literatura en investigaciones psicológicas.

Resulta que soy profesora, junto a Terrence Sejnowski, profesor universitario del Centro Francis Crick en el Salk Institute, de uno de los cursos online más grandes: «Aprender a aprender» (Learning How to Learn) de la Universidad Coursera de California, la Universidad de San Diego y la Universidad McMaster.

El tema más popular del curso alude a la productividad, especialmente en lo que se refiere a herramientas para gestionarla y a la procrastinación.

Las investigaciones neuronales sobre procrastinación suelen centrarse en las diferencias entre procrastinadores crónicos y otros tipos de personas más productivas que tienden a acabar el trabajo sin posponerlo.

No resulta sorprendente comprobar que existen diferencias en la forma en la que el cerebro de los procrastinadores está estructurado: las regiones neuronales relativas al autocontrol y a la regulación emocional no parecen funcionar de forma normal.

Por supuesto, el reto de cambiar el funcionamiento de estas regiones (algo que sabemos que es posible) está en el hecho de que se necesita cierto grado de autocontrol para empezar con estos cambios. Es un problema del tipo «lograr salir adelante con tu propio esfuerzo».

Otras investigaciones sobre la procrastinación apuntan a la «concentración en la reparación del estado de ánimo a corto plazo y la disyunción temporal entre los yo presente y futuro» del procrastinador.

Es una forma sofisticada de decir que la procrastinación nos hace sentir mejor de forma temporal, incluso aunque no sea beneficiosa para nosotros a largo plazo.

El descanso es el secreto

Puede que esto no le sorprenda. Siempre nos han recomendado tomar un descanso cuando estamos atascados con algo. La neurociencia no nos está contando nada nuevo. Pero demostraré que la neurociencia sí nos está contando algo nuevo y muy útil con esto. Después de todo, nos suelen decir que ser persistentes es la verdadera clave para el éxito.

Por eso a veces nosotros -y nuestros hijos- trabajamos durante horas en un problema, intentando sin éxito un enfoque tras otro.

Solo después de darnos por vencidos, alejarnos y apartar verdaderamente nuestra mente del problema, nuestro cerebro comienza esa búsqueda inconsciente en nuestros antecedentes que necesitamos para encontrar la solución.

La neurociencia, en otras palabras, nos da permiso para darnos un descanso cuando nos encontramos verdaderamente atascados, y es el descanso el que nos ayuda a obtener la solución.

¿Parece trivial? Pues no lo es. Por ejemplo, muchos niños que no saben cómo funciona su cerebro piensan que no son capaces de aprender matemáticas porque se encuentran con obstáculos en su aprendizaje que son totalmente normales.

Pueden llegar a abandonar las matemáticas porque no saben que está bien alejarse durante un momento cuando no son capaces de encontrar la solución. Por eso Terry y yo enseñamos estos conceptos en nuestro nuevo curso para niños, «Aprender a aprender para los más jóvenes», que estará disponible en breve con estrellas españolas del ESIC.

Estas son ideas simples, pero hay miles de ideas más en la literatura neurocientífica esperando a ser descubiertas y usadas en nuestra vida diaria. ¡Será excitante ver qué nos depara el futuro!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *