Este verano 2025, una nueva tendencia llamada “Summer glow up” se ha viralizado en redes sociales como un aparente llamado al autocuidado y la motivación personal. Sin embargo, detrás del mensaje positivo, especialistas y usuarias advierten que persiste la presión estética de siempre: adelgazar, depilarse, rejuvenecer y “corregir” el cuerpo, especialmente el de las mujeres. Como cada año, el verano llega acompañado de mandatos que disfrazan de bienestar lo que en realidad refuerza estereotipos machistas sobre la apariencia física.

Lejos de ser una novedad, el Summer glow up no es más que una versión enmascarada de la «operación bikini» de siempre, ahora impulsada a través de retos, hashtags y algoritmos.

Detrás de esta tendencia subyace una presión estética atravesada por condicionantes culturales y de género. Y es que, el sistema patriarcal ha construido históricamente una imagen distorsionada e irreal del cuerpo femenino, que continúa reproduciéndose con fuerza en los entornos digitales.

Diversos estudios del Instituto de las Mujeres evidencian que la presión estética sobre las jóvenes se construye desde el entorno familiar y médico, y se amplifica en redes sociales, donde impera un ideal corporal excluyente. Esta presión refuerza la idea de que el cuerpo de las mujeres debe ser corregido y contribuye a malestar emocional, insatisfacción corporal y riesgo de desarrollar trastornos de la conducta alimentaria.

La presión por parecerse a los cuerpos que ven en redes

Según el estudio Autopercepción de la imagen de las mujeres en los nuevos entornos digitales, del Instituto de las Mujeres, el 97  % de las jóvenes usa redes sociales, donde predominan representaciones de mujeres delgadas, blancas, sin discapacidad y de alto estatus económico.

Más del 60 % del contenido publicitario que reciben está relacionado con moda y belleza, y más del 70 % de las encuestadas declara haber visto anuncios de cirugía estética. Esta exposición tiene un impacto directo: el 56,7  % de las jóvenes siente presión por parecerse a los cuerpos que ve en redes, lo que contribuye a la insatisfacción corporal, la ansiedad, el aislamiento social y el riesgo de desarrollar trastornos alimentarios.

Según la Fundación Fita, en España hay al menos 300.000 jóvenes de entre 12 y 24 años que sufren trastornos de la conducta alimentaria (TCA). En el 90 % de los casos las afectadas son mujeres.

Bajo hashtags como #SummerGlowUp, #WhatIEatInADay o #GirlDinner, se multiplican en TikTok, Instagram y otras plataformas los vídeos que promueven la delgadez extrema y las dietas restrictivas.

Del ‘heroin chic’ de los 2000 al #SkinnyTok en 2025

Esta tendencia no es nueva: recuerda a fenómenos de los años 90 como el «heroin chic» o a los blogs de los 2000 que promovían trastornos alimentarios bajo pseudónimos como Ana y Mía, en referencia a la anorexia y la bulimia.

Lo que ha cambiado hoy es la velocidad y la masividad con la que se difunden estos mensajes debido a las redes sociales, y su estética aparentemente inofensiva: vídeos bien editados, con filtros cálidos, música suave y discursos motivacionales que refuerzan la idea de que adelgazar es sinónimo de éxito, control y valor personal.

Uno de los casos más polémicos es el de Liv Schmidt, influencer de 22 años que acumulaba más de 700.000 seguidores en TikTok con quienes compartía vídeos donde promovía dietas extremadamente restrictivas bajo títulos como Skinny Girl Essentials o Lo que como en un día. Su contenido fue denunciado por profesionales de la salud y activistas por incitar a trastornos de la conducta alimentaria (TCA), especialmente entre adolescentes. TikTok cerró su cuenta por infringir sus políticas.

Skinnytok, la tendencia bloqueada en TikTok

Su caso forma parte de una tendencia más amplia y preocupante: #SkinnyTok, un fenómeno viral donde se glorifican cuerpos extremadamente delgados, se comparten trucos para adelgazar y se normalizan dietas peligrosas bajo una estética «aspiracional».

Tras el aumento de estos contenidos, la Comisión Europea y el regulador francés Arcom solicitaron medidas urgentes, lo que llevó a que TikTok bloqueara el pasado junio el hashtag a nivel mundial. Ahora, quienes lo buscan encuentran un mensaje de advertencia con enlaces a recursos de ayuda. Pese a estas actuaciones, los vídeos con este tipo de mensajes mutan rápidamente y siguen circulando bajo nuevos nombres.

Aunque algunos contenidos similares se dirigen también a los hombres, lo hacen desde otros códigos y con menos intensidad. La presión corporal sobre ellos existe, pero no responde a las mismas lógicas ni conlleva las mismas consecuencias. Mientras que en las mujeres se traduce en vigilancia, culpa y patologización, en los hombres suele estar asociada al rendimiento o a la fuerza.

La presión estética es violencia

Según el estudio Mujeres jóvenes y trastornos de conducta alimentaria. Impacto de los roles y estereotipos de género, publicado en 2024 por el Instituto de las Mujeres, las redes sociales, los medios de comunicación y el entorno familiar refuerzan constantemente la idea de que el cuerpo de las mujeres siempre necesita ser corregido.

La investigación, liderada por la psicóloga e investigadora María Calado Otero, analiza los factores de riesgo y protección en mujeres jóvenes que padecen o han padecido trastornos de la conducta alimentaria (TCA) y pone de manifiesto cómo adelgazar es y ha sido el propósito vital de muchas jóvenes en España.

El estudio recoge datos de una encuesta a más de 660 mujeres de entre 18 y 30 años con TCA. El 90 % de ellas afirma que ha recibido comentarios negativos sobre su cuerpo en el entorno familiar, y el 60 % en consultas médicas.

Esta violencia simbólica e institucional se manifiesta, también, en el uso del Índice de Masa Corporal (IMC), una herramienta estadística creada hace más de 200 años que sigue utilizándose como criterio de salud, a pesar de que no tiene en cuenta aspectos como la masa muscular o la densidad ósea.

Las mujeres con cuerpos no normativos son las más vulnerables a esta violencia. Muchas evitan acudir al médico por miedo a ser humilladas por su peso, se someten a dietas interminables y ven su salud mental deteriorada por sentirse constantemente juzgadas y rechazadas.

«El activismo gordo y las feministas tenemos mucho que decir para que realmente se empiecen a implementar cambios profundos en la sociedad con respecto a este tema», aseguraba la investigadora María Calado durante una entrevista con EFE.

Un problema colectivo, no individual

El informe señala la necesidad de dejar de asociar la salud con la delgadez y de romper con el enfoque pesocentrista que predomina en el ámbito sanitario. De hecho, muchas de las mujeres encuestadas relatan que su primer contacto con un TCA comenzó tras una dieta prescrita por un profesional médico, a pesar de no haber tenido problemas de salud previos.

El origen de los TCA no es solo personal, sino estructural. Se trata de un «desorden cultural», alimentado por la industria cosmética, audiovisual, médica, farmacéutica y, cada vez más, por las redes sociales.

Según Calado, «la aceptación de cuerpos no normativos es esencial para avanzar en igualdad» y no puede desvincularse de la lucha feminista.

Las participantes del estudio apuntan, además, que el reconocimiento de la diversidad corporal y la representación realista en medios de comunicación son fundamentales para la prevención. El 87,6 % cree necesario visibilizar cuerpos diversos, el 82 % propone dejar de hacer comentarios sobre el físico de las mujeres y el 90,7 % insiste en dejar de vincular el éxito de una mujer con su apariencia.

«Cuando nos ponemos a pensar en nuestras vecinas, compañeras de clase o de trabajo, vemos que son mujeres diversas, con sus formas y cuerpos diferentes, por lo que eso debería reflejarse también en la representación de las mujeres, tanto en los medios de comunicación, como en las redes sociales», recalca Calado.

Para revertir esta situación, el Instituto de las Mujeres considera imprescindible actuar desde múltiples frentes: campañas de sensibilización, cambios en la formación médica y educativa, regulación de los contenidos en redes sociales y una revisión crítica de los modelos que impone la industria audiovisual.

Con información de EFEMINISTA.

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