Los contingentes desfilaron de nueva cuenta por el Bulevar 5 de Mayo y los estudiantes fueron protagonistas del evento. 

Debió pasar casi una década y la pareja Moreno Valle tuvo que morir para que el desfile conmemorativo del 5 de Mayo regresara a sus orígenes: a su ruta tradicional y a que en sus contingentes, los estudiantes fueran los protagonistas.

Varios días antes, la expectativa por ver las gradas colocadas en el estacionamiento de Plaza Dorada y frente al Parque Juárez, era alta. Los comentarios no faltaban: «¿Ya viste que, otra vez, el desfile va a pasar por el bulevar (5 de Mayo)?».

Cuando la fecha llegó, los vecinos de colonias como Huexotitla o Prados Agua Azul volvieron a escuchar tambores, clarines y trompetas, a ser testigos del movimiento que implica organizar más de cuatro mil almas.

Y es que durante el sexenio de Rafael Moreno Valle y la minigubernatura de José Antonio Gali Fayad, el desfile del 5 de Mayo se había convertido en un espectáculo para el que se contrataba a actores profesionales y se creaban carros alegóricos automatizados, restringiendo la participación de estudiantes.

Además, con la justificación de la recuperación de la Unidad Cívica de Los Fuertes, se modificó el trayecto para obligar a que pasara justo en frente del Mausoleo a Ignacio Zaragoza, aunque ello impidiera que una gran cantidad de población pudiera asistir.

Pero este año, fue diferente. Las escuelas reaparecieron, con sus bandas de música y de guerra, con sus estandartes, bastoneras y panderos, haciendo el mayor esfuerzo para ganarse un aplauso y un grito de la gente.

Además, 13 de ellas, algunas de las más populares, fueron seleccionadas para armar los carros alegóricos que lo mismo rendían homenaje al General Ignacio Zaragoza y a los “tres Juanes”, que a las ofrendas de muertos en Huaquechula o a los exconventos franciscanos.

Esto hizo que los poblanos e incluso turistas se volcaran a las calles a vitorear a militares, marinos, estudiantes, maestros, policías, médicos, rescatistas, 60 charros y escaramuzas, estos últimos también relegados por administraciones anteriores a sólo un pequeño grupo.

Incluso, en esta ocasión, los helicópteros Augusta, que antaño se utilizaban para el traslado personal de los gobernadores y sus equipos, ahora participaron como parte de las aeronaves que se utilizan para labores de rescate.

Mientras tanto, la mayor preocupación de la gente era encontrar un lugar. No importaba desde dónde. Un árbol, un auto, una grúa, un puente peatonal, una azotea, un banquito o las sillas habilitadas por el gobierno eran buenos para tener la mejor vista posible del despliegue.

Y para refrescarse o mitigar el hambre, unas papas, chicharrines y un refresco eran suficientes, y los ambulantes –200 según las cifras oficiales– hacían su agosto en pleno mayo, mientras las brigadas de los candidatos se esforzaban para repartir bolsas, gorras y volantes de su gallo.

El chiste fue disfrutar de una conmemoración que recuperó su vocación popular, con la esperanza de que después del 2 de junio, quienes lleguen a la gubernatura en siguientes sexenios, no pretenda quitársela otra vez.

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