En las regiones montañosas de México, las laderas inestables representan un riesgo considerable para las comunidades. Al respecto, Oscar Andrés Cuanalo Campos, profesor de la Facultad de Ingeniería Civil de la UPAEP, explicó los factores que influyen en este tipo de fenómenos y subrayó la importancia de contar con políticas y normas de construcción adaptadas a estas áreas para minimizar el riesgo de deslizamientos y derrumbes.

Cuanalo Campos señala que la inestabilidad de laderas es un fenómeno multifactorial que afecta principalmente a regiones con terreno montañoso y escarpado, como el 75% del territorio mexicano. Entre los factores que predisponen a estos fenómenos se encuentran la topografía y altura de las laderas, la geología del terreno, las condiciones de flujo de agua y la cobertura vegetal. «La deforestación para dar paso a actividades como la agricultura y la ganadería disminuye la capacidad de anclaje de los suelos», comentó el especialista, quien destacó la importancia de la vegetación para mitigar el impacto de las lluvias y asegurar la estabilidad del suelo.

Además de estos factores condicionantes, existen factores desencadenantes que agravan la situación. «Las lluvias torrenciales y los sismos son los principales responsables de los movimientos súbitos de las laderas», afirmó Oscar Andrés Cuanalo. La acumulación de agua en el suelo aumenta su peso y reduce su cohesión, mientras que los sismos generan vibraciones que alteran la estructura interna de las laderas, volviendo más probables los deslizamientos.

El profesor de la Facultad de Ingeniería Civil enfatizó que en el estado de Puebla, las zonas de la Sierra Norte y Nororiental son particularmente vulnerables. A pesar de los esfuerzos por estabilizar las áreas afectadas, la naturaleza recurrente de las lluvias y las características geológicas de estas regiones hacen que el riesgo persista. Estudios realizados por la UPAEP han determinado que cuando la precipitación excede los 100 mm en un día, la probabilidad de deslizamientos aumenta considerablemente.

Para mitigar los riesgos, el académico de la UPAEP destacó la importancia de implementar códigos y normativas específicas para la construcción en zonas de alto riesgo. «La construcción en estas áreas debe cumplir con estudios geotécnicos y geológicos para asegurar que las edificaciones no incrementen la inestabilidad», explicó. También recomendó fomentar la reforestación y reducir las actividades que alteren significativamente el terreno natural.

La educación y la conciencia sobre estos factores, junto con una regulación adecuada, son clave para proteger las comunidades en zonas montañosas. «Debemos entender que estas áreas requieren una gestión específica y responsable, especialmente en contextos de cambios climáticos que incrementan la frecuencia e intensidad de eventos como lluvias torrenciales», concluyó Oscar Andrés Cuanalo, invitando a las autoridades y a la población a trabajar juntos para minimizar los riesgos de vivir en un territorio montañoso.

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