En el marco del XIX Encuentro de Centros de Cultura celebrado en la UPAEP, el Cardenal José Tolentino de Mendonça, Prefecto del Dicasterio para la Cultura y la Educación, ofreció una reflexión sobre el papel de las universidades, particularmente las católicas, en un mundo marcado por profundas transformaciones. Su conferencia, titulada «La universidad, alma mater de ciudadanía«, abarcó desde la crisis de confianza que permea a las sociedades actuales hasta la responsabilidad de las universidades en la formación integral de sus estudiantes.

El Cardenal Tolentino comenzó señalando que vivimos no solo en una época de cambios, sino en un «cambio de época», un contexto que no se limita a las crisis económicas o tecnológicas, sino que afecta radicalmente la forma en que la humanidad experimenta su existencia. “Nuestras sociedades hoy son como un mosaico disparejo”, dijo, destacando que la fragmentación y falta de cohesión son síntomas de una crisis mayor: la pérdida de confianza en las instituciones, incluidas las educativas.

En este contexto, el Cardenal planteó que la universidad, especialmente la católica, debe ser más que un espacio de formación profesional. “La universidad está llamada a ser un laboratorio del futuro”, expresó, subrayando que estas instituciones tienen la misión de formar personas capaces de enfrentar el cambio de época con espíritu crítico, sentido ético y compromiso social. Asimismo, instó a recomenzar un «pacto de confianza», en el que las universidades jueguen un papel central como generadoras de credibilidad y cohesión social.

La universidad como faro del pensamiento cristiano

Tolentino de Mendonça también reflexionó sobre la importancia de las universidades católicas en la transmisión del pensamiento cristiano, afirmando que no basta con competir en los rankings internacionales. “Queremos estar entre los mejores, pero no nos basta con eso”, dijo, dejando claro que la finalidad de estas instituciones va más allá del prestigio académico. “Nuestra red de universidades católicas tiene como misión garantizar la presencia pública, estable y universal del pensamiento cristiano”, añadió.

El Cardenal insistió en que las universidades deben formar egresados que no solo sean profesionales competentes, sino ciudadanos comprometidos, guiados por los valores del humanismo cristiano. “Somos responsables de un deseo más profundo que los seres humanos llevan dentro, la búsqueda de un sentido para la vida”, enfatizó, recordando que el verdadero objetivo de la educación va más allá del conocimiento técnico.

Retos económicos y compromiso con el pensamiento crítico

Uno de los puntos críticos que abordó el Cardenal Tolentino fue la sostenibilidad económica de algunas áreas dentro de las universidades. Subrayó que el cultivo del saber no debe verse comprometido por la rentabilidad, ya que renunciar a la construcción del pensamiento crítico sería una traición a la esencia misma de la universidad. “No podemos poner en peligro el saber por aquellos que son más rentables”, advirtió.

En este sentido, destacó que las universidades católicas son comunidades comprometidas con la búsqueda de la verdad, no solo en términos académicos, sino también en la formación de una ciudadanía integral, donde la libertad, la dignidad y la verdad de la persona humana sean plenamente respetadas. “Buscamos juntos aspectos de la verdad que, de manera individual, no podríamos alcanzar”, comentó, subrayando la importancia del trabajo en comunidad para construir una sociedad más justa y solidaria.

Universidad católica: comunidad formativa y misionera

Para el Cardenal, la universidad católica no es solo un espacio de enseñanza técnica o profesional, sino una comunidad formativa en sentido amplio. “Somos una comunidad dedicada a la construcción de una ciudadanía política, cultural, humana y espiritual”, expresó, añadiendo que el diálogo entre fe y razón debe permear todas las áreas de la universidad, y no limitarse a la pastoral universitaria.

Estamos llamados a una gran misión, que debemos abrazar con entusiasmo”, concluyó. Para el Cardenal, las universidades tienen la responsabilidad de acoger a los jóvenes, ayudarlos a encontrar sentido en sus vidas y prepararlos para enfrentar el futuro con esperanza. “Cuando un joven de 17 años llega a nosotros lleno de preguntas e incertidumbres, somos responsables no solo de su formación académica, sino de algo más profundo: de la luz en sus ojos y de sus sueños”, agregó, destacando la importancia de formar personas íntegras que busquen un sentido trascendental en su vida.

Finalmente, el Cardenal subrayó que la historia que las universidades católicas portan es enorme, una historia de amor, sabiduría y santidad, vivida cada día por hombres y mujeres comprometidos con el servicio a los demás. «Somos pequeños, pero portadores de una historia inmensa», concluyó, invitando a las universidades a continuar siendo faros de luz en medio de las tempestades que enfrenta el mundo actual.

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