Uno de los puntos que me generó mayor ansiedad en mi trayectoria profesional y como empresario, fue cuando contraté a mi primer empleado. Increíblemente, en vez de considerarlo como un alivio porque me iba a quitar carga de trabajo, lo primero que pensé fue: ¿Y qué pasa si no hace las cosas como yo estoy acostumbrado a hacerlas? Esto es lo que me detuvo en un primer momento… después se agregaron 100 cosas más: ¿Qué le pregunto al candidato? ¿Qué experiencia le voy a pedir? ¿Cuánto le voy a ofrecer de salario? ¿Cuáles van a ser sus actividades?, ¿Cómo contrato buenos empleados?, etc.
Con el paso de los años todos estos puntos se me fueron aclarando y ahora puedo hacer esta actividad hasta con los ojos cerrados. Lo primero y más difícil es entender algo que dijo (creo) Steve Jobs muy acertadamente: “Si contratas gente inteligente y les dices qué hacer y cómo hacerlo, los estás desperdiciando”. Si creo firmemente que es muy bueno tener en un pequeño procedimiento los pasos para hacer actividades tales como recibir materiales en el sistema computacional de la empresa, generar un pago a un proveedor, dar de alta un nuevo cliente, etc., pero algo fundamental y mucho más valioso, es dejar que la persona aplique su estilo personal, experiencia y habilidades.
Si insistes en que todos sean un clon tuyo, tu empresa va a avanzar demasiado despacio y muy pronto te vas a dar cuenta que la gente deja de pensar y tomar decisiones, porque es más cómodo esperar a que tú les digas qué hacer y cómo hacerlo. Esto le va a afectar a la cultura de la empresa y te va a obligar a estar siempre presente, o no va a haber avance. Eso no significa que se le deje solo: se le dan consejos, se platica mucho con el empleado al principio, se le pregunta por qué cree que es conveniente hacer algo de tal o cual manera y así, poco a poco, vas conociendo qué tanto sentido común tiene y lo puedes ir dejando solo poco a poco hasta que tanto tú como tu empleado se sientan cómodos en que ya es alguien independiente el 90% del tiempo.
Cuando entrevistes a un empleado, asegúrate más en conocer sus valores y analiza si tiene una actitud positiva ante nuevos retos o aprender cosas diferentes. Hay una infinidad de lugares en internet donde te enseñan cuáles preguntas son claves para conocer estos dos atributos en un empleado y en mi siguiente colaboración te voy a compartir las que yo considero son más efectivas, pero de momento es suficiente con decirte que la actitud siempre va a ser más importante que el conocimiento o la experiencia. Cuando encuentras alguien con quien “conectas” y tiene una actitud positiva, enseñarle la parte técnica del trabajo es fácil. En el lado contrario de esta ecuación está la gente que tiene todo el conocimiento y la experiencia del mundo, pero una pésima actitud. Esos son con los que vas a batallar más y son los que pueden destruir un equipo de trabajo y, en última instancia, una empresa completa. No contrates a este tipo de personas, por mucho que te urja cubrir un puesto.
Otro consejo importante es mantenerte alejado de los clichés de educación profesional, 100 años de experiencia laboral y limitarte a gente muy joven. Cada situación es diferente pero yo he encontrado que mis mejores colaboradores (y much@s de ell@s ahora amig@s personales) no caen dentro de las categorías que tanto lees en los buscadores de empleos, tales como “edad entre X y Z años”, maestría de la Nasa, 1500 años de experiencia comprobada y un largo etcétera. Yo he colaborado con gente joven y madura, hombres y mujeres, con y sin experiencia en el puesto, altamente educados y casi iliteratos, y te puedo decir con certeza que los más valiosos fueron los que tenían una actitud positiva ante nuevos retos.
Espero que te haya servido este artículo y ya sabes que me puedes contactar en redes sociales para apoyarte con tus dudas, escuchar tus comentarios y aprender de tus vivencias. ¡Hasta la próxima!
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