Al tratar de de tomar fotos me acerque demasiado al grupo de los Zacopaxtlas y al estallar un mosquetón fui tomado por el fuego. En varias ocasiones sentía la piel ardiendo.
Seguí mirando a los danzantes y escuchando los disparos. Después de seis horas comense a sentirme aturdido y con un sentimiento de indefensión, a ratos.
Entre el ruido de cada detonación, la música de banda y gente extasiada gritando, me encontré por primera vez en el carnaval de Huejotzingo, atraído por la curiosidad de que en mi país nada de esto es común.
Los espectadores, la mayoría huejotzincas, se muestran llenos de adrenalina ante cada sonido que emana del mosquetón. Cada descarga de pólvora y fuego la disfrutan.
Desde antes de llegar al Zócalo de este Pueblo Mágico ubicado a 40 minutos de la Ciudad de Puebla, se puede escuchar el rugido de los mosquetones y a la gente euforica.
Dicen que el carnaval de Huejotzingo es para sacar la furia y el enojo. Dicen que ayuda a exorcizar la violencia.
Este carnaval se distingue de otros por el uso de los mosquetes como parte de la vestimenta, los disparos como parte del baile.
Para Donato, un joven de 17 años y el señor Miguel, de 47, el ambiente carnavalero era seguro, pero yo pensé diferente ante tanto frenesí y alcohol.
En Huejotzingo todos fueron amables, me ayudaron llegar a mi destino, pero antes de salir lanzaron la gran advertencia: ten cuidado con los asaltantes.
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