En una plaza de San Pedro envuelta en un manto de neblina, miles de fieles se congregaron la mañana de este jueves para participar en la misa exequial del papa emérito Benedicto XVI y darle el último adiós.
El papa Francisco, quien llegó hacia las 9:20 horas (hora de Roma), en silla de ruedas, dio inicio a la celebración fúnebre, concelebrada por 130 cardenales, 400 obispos y casi 3 mil 700 sacerdotes. En su homilía, reflexionó sobre la lectura del Evangelio de San Lucas 23, 46, deteniéndose en particular, en una frase de Jesús en la cruz: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.
“Son las últimas palabras que el Señor pronunció en la cruz”, remarca Francisco, “su último suspiro capaz de confirmar lo que selló toda su vida: un continuo entregarse en las manos de su Padre. Manos de perdón y de compasión, de curación y de misericordia, manos de unción y bendición que lo impulsaron a entregarse también en las manos de sus hermanos”.
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El funeral marcó la primera ocasión en los tiempos modernos en que un pontífice presidió el funeral de su predecesor, y la primera de uno que renunció. Benedicto, el primer pontífice en casi 600 años en renunciar a su cargo, en lugar de ocuparlo de por vida, murió a los 95 años el 31 de diciembre en un monasterio en la Ciudad del Vaticano.
Unas 50 mil personas asistieron al funeral en la Plaza de San Pedro según el portavoz del Vaticano Matteo Bruni, en comparación con un estimado de 1.1 millones de personas para el funeral del predecesor de Benedicto, el papa Juan Pablo II.
La ceremonia fue similar a la de un papa reinante pero con algunas modificaciones. Benedicto XVI fue nombrado papa emérito durante el funeral y el lenguaje de algunas oraciones fue diferente porque él no era el papa reinante cuando murió.
“Benedicto, fiel amigo del Desposado, que tu alegría sea completa al escuchar su voz, ahora y siempre”, añadió Francisco.
El ataúd de Benedicto XVI fue transportado a través de la Basílica y fue trasladado a la cripta del Vaticano para el entierro, en la primera tumba de Juan Pablo II. La tumba fue desalojada después del cuerpo de Juan Pablo II y los restos fueron trasladados a una capilla dentro de la basílica después de que se convirtiera en santo.
Al momento del entierro durante el rito, se colocó una cinta alrededor del ataúd con los sellos de la cámara apostólica, la casa pontificia y las celebraciones litúrgicas. El ataúd de ciprés se colocó dentro de un ataúd de zinc soldado y sellado, y posteriormente se colocó dentro de un ataúd de madera, el cual será enterrado.
Por: Redacción
Fotos: Prensa Vaticano