La Torre Eiffel es el cuarto lugar cultural más visitado de París, después de Disneyland, el Louvre y Versalles, y recibe más de 6 millones de turistas cada año.
La Torre Eiffel, el monumento ícono de París, de las películas románticas o de las peleas de Lady Bug, se oxida. Esta mole de 7,300 toneladas y 330 metros de altura necesita reparación para evitar su deterioro derivado del contacto del metal con el agua y la humedad.
El periódico el Mundo Es señala que se iniciaron trabajos de pintura para tapar las áreas afectadas por el oxido para que la torre luzca bien en los Juegos Olímpicos de 2024, sin embargo se trata solo de «maquillaje«.
«Es así de simple, si Gustave Eiffel visitara el lugar, le daría un ataque», dijo un ingeniero anónimo al periódico de investigación Marianne, que recientemente ha publicado varios informes confidenciales, datados entre los años 2010 y 2016, que ponen de manifiesto que el monumento se encuentra en un estado muy degradado y que los sucesivos trabajos de reparación son meramente superficiales.
El 4 de febrero de 1887, cuando la Torre Eiffel estaba aún empezando a levantarse, el periódico Le Temps publicó una encendida carta de protesta contra esa extraña torre que quiere tocar el cielo. Unos cuarenta artistas dicen que la entonces llamada Torre de los 300 metros pone en peligro «la belleza intacta de París». Indignados, «en el nombre del buen gusto», varios conocidos escritores y arquitectos describen al monumento como un «esqueleto ridículo, una chimenea de fábrica, un monstruo».
La torre fue concluida en 1889, y hoy es el símbolo de París. Esta obra maestra de la arquitectura forma parte de la Historia y el paisaje de la ciudad, tanto como el Arco del Triunfo o el Río Sena. Parisinos y turistas la admiran y buscan desde todas las colinas, suspirando cada noche cuando se convierte en faro, para que la ciudad de la Luz nunca deje de serlo.
Ahora, después del dramático incendio de Notre Dame ocurrido en 2019, la prensa francesa (y de parte del extranjero) se lleva las manos a la cabeza ante el estado de abandono en el que, aparentemente, está la Torre Eiffel. El cuarto lugar cultural más visitado de París -después de Disneyland, el Louvre y Versalles- recibe más de 6 millones de turistas cada año.
Un gasto que la ciudad no está dispuesta a perder con el cierre del monumento que exigiría una reparación completa. Está aún muy reciente en la memoria la pérdida millonaria que supuso el cierre a cal y canto de la Torre Eiffel durante los confinamientos de 2020 por culpa de la pandemia (concretamente, un déficit de 52 millones de euros).
«La pintura es el elemento esencial de la conservación de una obra metálica y los cuidados que se le aportan son la única garantía para su durabilidad», dejó escrito Gustave Eiffel, el constructor de la Torre que se inauguró con motivo de la Exposición Universal de París de 1889. «Lo esencial es luchar contra el comienzo de la oxidación», continuaba el ingeniero. Trop tard.
Un informe de 2014 realizado por Expiris, empresa experta en pintura, halló que la torre presentaba grietas y oxidación. «Incluso si el estado general de la protección anticorrosión parece bueno a simple vista, puede ser engañoso. No se puede pensar en planificar una nueva aplicación de una capa de pintura que no hará más que aumentar el riesgo de una pérdida total de adherencia en el sistema», decía el informe. Bernard Giovannoni, director de Expiris, decía a Marianne: «He trabajado en la torre durante varios años. En 2014 consideré que había una urgencia extrema para hacer frente a la corrosión». Otro informe, de 2016, apuntó hasta 884 fallos – de ellos, casi 70 representaban un riesgo para la perdurabilidad- en la Torre que, una vez, fue la más alta del mundo.
Detener la propagación del óxido era el mayor desafío para la Torre. El propio Eiffel sugirió que para evitarlo, debía pintarse cada siete años. En la actualidad se está aplicando la 20ª capa de pintura. Estaba previsto decapar y volver a pintar (de color dorado, esta vez) el 30% de toda la superficie, pero el año pasado, durante las tareas de mantenimiento se encontraron huellas de plomo, ese agente anticorrosivo ahora prohibido pero que se utilizó en el monumento hasta 1995. Eso obligó a paralizar las obras durante más de 8 meses y triplicó de golpe el coste del proyecto. Finalmente, sólo se renovará un 5% del monumento (en concreto, el arco decorativo que da a los Campos de Marte), algo que, a la luz de los informes publicados por ‘Marianne’, es insuficiente.
Ante las voces de alarma, la dirección de la Torre Eiffel desmintió ayer que el monumento replicado hasta el infinito en llaveros, pósters y bolas de nieve, esté en peligro. «Nunca ha estado tan preservada como ahora», aseguró Patrick Branco Ruivo, director general de la SETE, la sociedad de explotación del monumento. «Por primera vez hemos retirado todas las capas de pintura sobre el arco del Campo de Marte y hemos descubierto que el hierro pudelado estaba impecable», continuaba Branco.
Hay miles de anécdotas por contar de aquel monstruo metálico convertido en símbolo. Como que los ingenieros se inspiraron en la estructura del fémur, el hueso más largo y también el más resistente, para diseñar el monumento. O que fue la radio la que salvó por primera vez el faro de hierro. Y es que estaba previsto que París desmontara la Torre Eiffel 20 años después de su construcción. Aunque parezca inaudito, la ciudad había destruido en 1906 la Galería de las Máquinas, entonces el edificio más grande del mundo, simplemente porque ya no era útil. Así que Gustave Eiffel decidió encontrarle una utilidad, permitiendo instalar, en su punto más elevado, una antena de radio. Tal vez ahora otro medio de comunicación esté salvando a la Torre para que, dentro de otros 133 años, siga iluminando París.